Culpa.

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Detestaba tener que hacer de niñera, pero en esta última ocasión no pudo realizar alguno de sus famosos escapes. Eran pocas las personas capaces de someter al demonio Wayne y para poder cuidarlo se necesitaba de aquella capacidad bien desarrollada. Recorrió los pasillos perdido en sus propios pensamientos, memorias de cuando había sido más joven y corría entre esas paredes como un niño con bastantes sueños y esperanzas, mismos que le impidieron moverse rápido de un final trágico; volvió a la realidad cuando la voz de Dick le llegó como una alarma de peligro. Al otro lado de la puerta se encontraban el primer y el actual Robin en lo que parecía una discusión acalorada por la cantidad de insultos que escucho, el único problema era que la mayoría de esos insultos iban dedicados especialmente para él. Gran noche se aproximaba.

A Damian no le gustaba quedarse en casa mientras todos los demás salían a patear algunos traseros y menos teniendo una niñera de por medio, de haber sido Dick lo habría tolerado, después de todo Grayson era por mucho su persona favorita, pero la situación ameritaba de la presencia del héroe en otra parte y ya que Bruce se encontraba de misión con la Liga de la Justicia el pequeño demonio Wayne no podía quedarse solo en una mansión que solo era resguardada por un cansado mayordomo enfermo.

Sin esperar prolongar lo inevitable, Jason entró en la habitación y miró a los presentes, Dick se apresuró a saludarle mientras Damian desviaba la vista. No le desagradaba el segundo Robin pero se sentía incómodo a su lado; era una sensación extraña, como si lo conociera de antes.

La noche avanzó tranquila para sorpresa del mercenario quien movía intranquilo su pie contra el suelo de la habitación; durante todo ese tiempo se mantuvo ocupado desarmando, limpiando y armando sus armas. La actividad le resultaba sorprendentemente relajante y le ayudaba a distraer su mente mientras pensaba en lo aburrido de la velada, Dick y Bruce le deberían un enorme favor por estar cuidando al niño... aquello le cayó como un balde de agua helada. ¿Dónde diablos estaba el demonio? Por primera vez durante la noche fue consciente del silencio que irónicamente hacía ruido en sus oídos; entrecerró ligeramente los ojos esperando algún indicio de que no era la única alma con vida, al no escuchar nada más que su propio ritmo cardiaco salió de la estancia para recorrer una vez más el espacioso lugar.

Miro los cuadros que colgaban de las altas paredes mientras pensaba en el buen gusto de Alfred para la decoración; en su departamento no había mucho espacio para el arte, realmente poco tiempo se mantenía en un mismo lugar por lo cual no tenía sentido gastar tiempo en pequeñeces como esas. No recordaba exactamente cuál de todas esas puertas lo conducía a la madriguera de Damian así que fue abriendo todas las puertas hasta que en una le llegó un sonido extraño, con los nudillos golpeó tres veces seguidas sintiéndose un tonto por ser la nana del momento.

Volvió a escuchar un golpe sordo seguido de un silencio, cansado de esperar giró el pomo para ingresar con autoridad.

-¿Qué rayos haces?

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