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Capítulo IV

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—¡Sí viniste! —exclamó Blue cuando me vio de pie en el pórtico de su casa.

La verdad, llevaba más de veinte minutos ahí, buscando excusas para no entrar, pero su mascota tenía necesidades fisiológicas y mi pierna le resultó ideal.

Necesitaba pasar al sanitario a limpiarme los orines de Fifi, su Chiguagua de cartera. ¡¿Pueden creer que esos diminutos canes de utilería tienen la vejiga de un Gran Danés?!

—Claro, cómo te iba a fallar darling. —La abracé, antes de ingresar a su casa—. ¿Puedo pasar al baño?

Blue rio. Llevaba puesta su pijama, es decir un top y micro short.

—¿Tan rápido baby? ¡¿Ni siquiera me preguntas por Eva?! —inquirió de forma insidiosa—. ¿O vas allí para pensar en ella antes de verla? —Me guiñó, con picardía.

¡Era inútil tratar un tema serio con esa mujer! Aunque eso que insinuaba ya lo había hecho antes de llegar a su casa.

—No fastidies. Tu perra me orinó —me quejé, formulando una mueca, al tiempo que señalaba mi pierna humedecida. ¡Hasta los pliegues de la falda habían llegado sus fluidos!—. Por cierto, ¿Eva llegó?

—¿Crees que estaría hablando contigo de orines con esa preciosura en casa? —Sonrió con perfidia. Le dediqué una mirada de acritud—. ¡Ve tranquila! Prometo comportarme como una dama... o mejor aún, no le haré nada que tú no harías. O sea, no le haré nada.

Rodé mis ojos antes de pasar al cuarto de baño.

Las copiosas gotas de lluvia repiqueteaban con furia contra el cristal de la ventana, generando una estática monocorde que invadía el cuarto

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Las copiosas gotas de lluvia repiqueteaban con furia contra el cristal de la ventana, generando una estática monocorde que invadía el cuarto.

—¡No va a venir! —le grité a Blue, para que me oyera. La peli azul estaba sentada frente al tocador de su habitación depilándose las cejas.

—Tal vez Eva se enteró de que traerías los pijamas de tu abue y se arrepintió —bromeó mi compañera. Su estruendosa risa se oía con claridad, aún sobre el torrente—. ¡Auch! ¡Estas malditas pinzas me mordieron! —Se quejó, frotándose la ceja.

—Eso se llama karma, querida. —Reí—. Y, en todo caso, Eva no va a venir por la lluvia. ¿Has visto su vehículo?

En este punto vale aclarar que Evangelina conduce una motocicleta. ¿Acaso puede ser más sexy esa chica? ¡¿O más irresponsable?!

Antes de que mi amiga responda, escuché el inconfundible sonido del motor Kawasaki alzándose sobre la tempestad.

—Creo que tu Julieta ha llegado —señaló Blue, poniéndose de pie.

Pegué un salto de la cama, provocando mi propia lluvia —de nachos— en la habitación, y me acerqué a la ventana, junto a ella. Deslicé la mano por el vidrio empañado y agudicé mi vista para penetrar la oscuridad y el manto de agua.

Solo EvasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora