Capítulo 1

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Emma:

Las personas más inteligentes no se enamoran. El amor es una debilidad, lo he visto con mis propios ojos. No es que me emocione mucho decirlo en voz alta, pero... evitaría sentirme débil a toda costa. He salido con muchos chicos a lo largo de mi corta vida y ninguno llena, ni un poco, mis grandes expectativas. Eso es culpa de los libros que leo, le crean a uno la imagen del hombre perfecto, ese hombre, como ya saben, no existe.

Me acomodé el cabello en una coleta alta, terminé de amarrar mis zapatillas de deporte, tomé la botella de agua de la nevera; hace mucho que disfrutaba correr, me hacía sentir libre el aire pegando en mi piel. Teníamos solamente un mes de estar viviendo en Florida con Cam y Anna. Florida era totalmente diferente a lo que estaba acostumbrada, el calor, las playas, las fiestas universitarias, los estudios. ¡Dios mío! Esto iba a ser una de las mejores experiencias de mi vida. Estaba feliz de dejar mi pasado atrás, tenía que superar muchas cosas y dejarlas ir.

Sabía que perder contacto con mis padres sería el primer cambio, pero también ellos fueron los que decidieron sacarme de su vida. Los errores que uno comete en la etapa de la pubertad deberían ser algo que tus padres comprendan y perdonen, pero los míos no. Ellos me mandaron directo al infierno después de que todo se viniera abajo.

Comencé a correr por la orilla de la playa con el iPod a todo volumen. La música electrónica no era de mis favoritas, pero a la hora de hacer ejercicio era la mejor que tenía. Concentrándome en la brisa marina que abrazaba mi piel, la euforia de sentirme libre y poder apreciar la playa en mi campo de visión era divino. Desde el primer día amé este lugar.

Durante media hora recorrí la blanca playa, me crucé con personas totalmente bronceadas, hombres sin camisa, mujeres en unos minibikinis y finalmente cuando mis pulmones no podían más me senté a observar las olas reventar ante mis pies.

Entré otra vez al edificio Trent, nuestro nuevo hogar. Los padres de Camila fueron muy considerados al comprarle un súper apartamento de lujo frente a la playa. De ese modo nos ahorrábamos la renta excesiva para unas universitarias como nosotras que se negaban a vivir en la residencia estudiantil. Camila siempre fue de la idea de un lindo apartamento frente a la playa y sus padres no eran de los que le negaran sus peticionesnada a su única y adorada hija única. Los gastos de la comida normalmente corrían por los padres de Anna y una vez al mes me permitían gastar una parte de mis ahorros para hacer las compras.

Mi vida sería tan distinta sin el apoyo de ellas, quizá no tendría estudios y estaría abandonada en un refugio o algo por el estilo. Cuando mis padres me echaron y Camila vino al rescate, me sentí, una vez más, segura de estar en una casa donde no era un demonio o algo por el estilo.

Pasé saludando a Kyle, el portero del edificio. Era un viejito canso muy agradable. En tan poco tiempo y unas pláticas muy cortas, ya sentía que era parte de la familia del edificio. No conocíamos a nadie más que a la niña que vivía en el apartamento a la par del nuestro.

Absorta en mis pensamientos no me di cuenta de que una pared humana estaba justo en la línea de mi camino. Me topé con su espalda. No sentí el dolor hasta después que se alejó de mí, dándome una disculpa. Eso había sido... ¡Dios mío! El chico con el que me tropecé era la pura imagen de un Dios del sexo. ¿Por qué no lo vi antes de hacer el ridículo?

—¿Te encuentras bien? —preguntó tomándome del brazo. Una corriente eléctrica me atravesó justo donde sus dedos hacían contacto con mi piel sudorosa. Mi mirada seguía clavada en sus increíbles ojos color azul. Era consciente de la cara de estúpida que tenía puesta hasta ese momento. Era hermoso.

PROVÓCAME ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora