Preparando la boda

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Eran las nueve de la mañana en el pueblo. Eugeo estaba despierto, algo cansado, pero con ganas de vivir aquel día que no tenía nada de diferente, aunque de todas formas a él le resultaba espectacular.

Se encontraba podando sus hortensias de color fuerte, las cuales se posaban afuera de su casa en una pequeña jardinera.

Le gustaba mucho el contraste que hacían las hojas de color verde que parecían menta que brillaban con la luz del sol de la mañana. Incluso se atravesaba sobre las hojas de los árboles, haciéndolos ver mucho más verdes.

Escuchándose muy en la lejanía, el tren llegaba como era de costumbre a las nueve y diez de la mañana para dejar las cartas que iban a parar en la oficina de correos y paquetería.

El tren, en su apogeo, había sido muy utilizado para la revolución, transportando soldados, cañones, caballos y todo lo que pudiera servir para matarse entre sí.

Dejando de lado el tren y su pasado, Eugeo siguió podando sus hortensias, las que cuidaba como si fueran un pequeño pajarito que tuviera de mascota.

Humbert, para tratar de arruinarle el día, pasaba por ahí para fastidiarlo, lamentablemente como era costumbre, de igual forma.

-Que linda mujercita, podando los rosalitos. -Dijo, de forma burlona.

-Veo que además de estúpido eres despistado, Humbert. No son rosales, son hortensias.

-¿Y cuál es la maldita diferencia? Ninguna sirve para nada, en realidad.

-Eso es lo que tú crees. -Contestó Eugeo en un tono cantado, por lo que Humbert se retiró junto con su derrota. -Maldito perro.

Tieze seguía durmiendo, sintiéndose bastante agotada de la noche anterior. La pareja había hecho el amor durante un buen rato, el mentor seguía enseñándole a su aprendiz como se debía hacer.

Él la llevaba al cielo y las estrellas mientras sus cuerpos se juntaban, sudando por el calor que les causaban los movimientos que hacía. Eugeo escuchaba los gemidos de Tieze en su oído, puesto que ella no quería dejarse ver a los ojos por la pena que le causaba.

Ella solía estar tan entregada a lo que hacía que rasguñaba de forma inconsciente la espalda de su mentor, tomándolo fuerte de la cabeza a la vez que torcía los ojos por todo lo que recorría su cuerpo en aquellos momentos.

Eugeo dejó los guantes para jardín en la mesa de su carpintería, que abriría hasta dentro de unos minutos por mero capricho suyo. Él siempre la abría a las nueve y media de la mañana, pero aquel día quería que Tieze despertara como Dios manda.

Estaba moviendo suavemente la tornamesa, cuando la colocó fuera de su cuarto, puso un vinilo, que comenzó a girar de inmediato.

Poniendo suavemente la aguja en su lugar, el aparato comenzó a reproducir música muy curiosa: samba brasileña.

-¿Hum? -Tieze arrugó el entrecejo, poniendo la almohada en sus oídos para seguir durmiendo.

Magalenha de Sergio Mendes era lo que sonaba en aquel cuarto con un buen volumen, Eugeo simplemente destapó a Tieze y tomó su almohada para arrogarla al suelo.

-Despierta, princesa. ¿Qué mejor que amanecer bailando? -Le preguntó.

-Se nota que no tienes el más mínimo respeto por las personas que no se levantan tan temprano. -Masculló Tieze, a lo que Eugeo la tomó de las manos para levantarla de la cama.

-Sigo diciéndolo, ¿Qué mejor que amanecer bailando?

-Eugeo estoy cansada.

-Señorita Tieze Shtolienen miembro del Quinto regimiento de Infantería del Heroico Colegio Militar, ¿le gustaría bailar esta pieza conmigo?

Flores en el bosque vol. III (KiritoxAlice)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora