Capítulo 2

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Tomé una actitud defensiva por aquel tipo el cual solo se limitaba a sonreír mientras permanecía de pie frente a mí, quería levantarme pero temía que él fuera más rápido que yo y me lastimara por lo que quedé tumbado.

—¿Acaso no te piensas levantar idiota?—. Soltó desviando la vista a otro lado.

Permanecí en silencio, su tono había cambiado tornándose seria y pesada. La palma de mi mano con la cual estaba apoyado completamente me comenzaba a punzar y el hormigueo en toda mi mano se presentaba cada vez más insistente.

—Tu maldito silencio solo me fastidia más, si no te levantas voy a arrancarte la lengua por mudo de mierda—. Su voz volvía a cambiar.

No tenía remedio, aquel sujeto tenía una apariencia ruda y me atrevía a pensar que más tosca que la mía, incluso si quisiera hacer algo él me ganaría y de cierta manera cumpliría su propuesta de arrancarme la lengua por lo que solo me levanté sin quitarle la mirada. Me examinó con sus ojos con total atención, su vista despectiva y decepcionante me hacían sentir incómodo.

—Si, ahora lo entiendo todo—. Dijo tomándose la barbilla con la mano izquierda como si hubiese descubierto la razón de algo. —Esa complexión debilucha y frágil que tienes acaba de enterrar la poca dignidad que tenías—.

—¿T-Tú e-eres?—. Tartamudeaba con el cuerpo mojado por el sudor frío.

—Voy a decirlo una última vez y quiero que te quede claro, soy Valtiel. El demonio de éste tablero—. Se cruzó de brazos.

—¿D-Demonio? ¿E-Es verdad o solo me estás vacilando?—. Comenté con total incertidumbre.

—Si fuera mentira ¿Harías algo al respecto?—. Se sentó en mi sofá.

—D-Demuéstralo—. Dije con más firmeza.

Tan sólo soltó un bufido sarcástico mientras se rascaba con su dedo la frente, la oscuridad del departamento se comenzaba a apoderar de todo indicando que ya estaba anocheciendo. No podía mirarlo bien pues a esa hora los ojos me ardían y necesitaba mis lentes pero un par de destellos color rojo se originaron en su dirección, a la altura de sus ojos; enfocando mi vista mejor me di cuenta que en realidad eran sus ojos los que brillaban de carmesí.

—¿Satisfecho?—. Comentó con irritación.

No creía lo que estaba contemplando, era una sensación de angustia y asombro lo que experimentaba; como si estuviera en algún sueño lúcido me dirigí agitado a la pequeña cocina tropezando en el viaje hasta poder encender la luz. Abrí el grifo y tomé un poco de agua entre mis manos para refrescarme la cara y así despejar lo que creía era una ilusión o algo por el estilo pero la voz de ese tal Valtiel se escuchaba en la entrada de la misma.

—Ya han pasado 500 años y no pierde la gracia su reacción, mi favorita fue la de Vincent van Gogh—. Abrió la puerta de mi nevera. —Veamos que tienes, oh voy a tomar este yogurth de fresa—.

La cabeza me daba vueltas, un dolor punzante en mi frente que se extendía hasta la coronilla y terminaba en la nuca me provocaban mareos. Tomé asiento y me dispuse a recargar mi cabeza en la mesa mientras veía al supuesto demonio comiendo lo que me pertenecía con total concentración, me quedé dormido.

Abrí los ojos alrededor de las 2 de la madrugada debido a la incomodidad de la dura mesa, la luz de la cocina ya no estaba encendida y el ruido de la televisión de mi sala hacia eco por todo el departamento. Me levanté en alerta pues no recordé nada en ese momento hasta que por mi mente pasó la imagen del sujeto en mi casa, caminé al cajón de los cubiertos y saqué el cuchillo más largo que tenía. Asomé la cabeza por la puerta para ver la sala pero solo se encontraba la televisión encendida sin estar nadie más en ella; salí completamente y examiné cada rincón pero no veía a nadie. La luz lunar entraba en la ventana situada a un costado de la televisión y la cortina que colgaba de esta se movía fuertemente por el aire nocturno; empuñaba el arma con mi mano mientras buscaba con la mirada mi celular pero no lo encontraba. Fui rápidamente a la puerta principal para salir y pedir ayuda pero tan pronto como di el primer paso la puerta del baño se abrió lo que me detuvo abruptamente, era él.

—Si das un paso más te voy a romper las piernas—. Me dijo mientras se secaba las manos en su pantalón.

Me quedé atónito, quería seguir corriendo pero las piernas me temblaban y el aliento se me escapaba de los pulmones constantemente, volvía a sentir la transpiración en todo el cuerpo.

—Si que eres persistente eh, ven y siéntate en el sofá ahora—. Frunció el ceño.

—P-Pero...—. Musite.

—Okey, me parece correcto—. Se giró.

No entendía lo que trataba de decir pero un fuerte dolor en mi cabeza me hizo arrodillarme al instante, sentía que la cabeza me iba a estallar y solté un grito el cual no expulsó sonido alguno. Lagrimas en mis ojos comenzaban a escurrir y una presión agresiva sometía mi cabeza.

—Te lo voy a decir de nuevo—. Soltó lo suficientemente alto para que lo escuchase hasta que giró para verme.

Asentí rápidamente sin despegar los dientes y con la sien muy marcada, caminó al sofá mientras tomaba una chaqueta en la misma, comencé a sentir la cabeza cada vez menos adolorida hasta convertirse en solo una punzada ligera. Me levanté y fui detrás suyo hasta poderme sentar.

—Veamos ¿Por qué tomaste algo que no era tuyo?—. Comentó sin dirigirse a mí. —Esperaba que lo tomará alguien que valiera la pena, no un estúpido universitario—.

—Llamó mi atención pero  entonces llevatela—. Dije en un susurro.

—No me importa eso mucho, de cualquier modo tomaste la ouija y me tendré que llevar tu alma—. Volvió a decir.

—¿¡Qué!?—. Le pregunté exaltado y con una mueca de miedo.

—¿Te creías lo suficiente valiente como para jugar solo con un tablero pero no para acusar a un bully como ese imbécil?—. Se levantó y caminó hacia el estante donde solo habían un par de fotos con mis padres.

Tenía miedo de responder y me sorprendía que supiera de eso sin siquiera estar presente, me convencía la idea de que tuviera poderes pero no de que fuera un demonio, me limité a verlo y escuchar sus preguntas posteriores.

—Detesto a los humanos como tú qué se dejan manipular y maltratar por otros, es verdad que el ser más dominante tiene poder contra los seres más pequeño pero eso no implica nada—. Se acercó a mí. —¿Qué le harías si lo tuvieras frente a ti totalmente vulnerable?—.

—No lo sé...—. Musite.

—Claro que lo sabes, eso que sientes es odio y rencor. Son el combustible de lo que llamó justicia divina—. Volvió a alejarse.

—¿Qué pretendes que haga? Es más fuerte que yo...—. Dije cabizbajo.

—Solo me lo debes de pedir, a cambio de tu alma puedo concederte el deseo de acabar con el brillo de sus ojos a tu manera—. Propuso.

Sus palabras sonaban tentadoras pero peligrosas obviamente, matar a alguien a cambio de tu vida era un dilema tan infinitamente contradictorio pero el solo ver a un Francis agonizando y sufriendo frente a mí me hacían querer tomar la propuesta.

—¿Aceptas?—. Cuestionó con impaciencia.

—No...-. Dije secamente. —No soy un asesino, podrá hacerme daño pero yo nunca le haré daño a nadie—.

—Nunca digas nunca Erick, hasta que cambies de parecer me veré obligado a quedarme aquí. Haz tomado el tablero por lo tanto tu alma me pertenece—.Concluyó.



En tu eternidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora