Capítulo 1 - Las barcas

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Las barcas mecen suavemente la superficie del agua, mientras avanzan junto a las demás hacia las majestuosas catedrales de mármol. La ceremonia será dentro de poco, al llegar a la gran caverna.

En el navío más grande, viaja la novia. Resplandeciente en su hermoso atuendo color cielo, con su cabello negro amarrado en varias trenzas, grandes y pequeñas. 

El padre toma firmemente la mano de su hija, el más valioso tesoro que la vida le ha entregado, junto a su hijo mayor.

En otra nave, un poco más pequeña que la de la mujer, viaja el novio. Nervioso e impaciente. Viste un traje color crema, con una pañoleta celeste atada al cuello.

La madre y el padre están detrás del muchacho, hablando en voz baja para no perturbar la calma de su hijo mayor. Los demás retoños de la familia están en el suelo bajo de la barca, un hombre y  mujer jóvenes, más un niño que se entretiene dándole carrera a un lobo marino juguetón.

Desde uno de los botes pequeños, Inara intenta obtener un vistazo de la novia, inclinándose sobre el barandal de madera. No puede esperar para poder ver a una de sus mejores amigas contraer nupcias. No alcanzó a verla antes de la ceremonia, así que no sabe cómo luce, pero imagina que debe estar bellísima.

- ¿Sabes que tú podrías ir en ese barco, verdad? – una voz anciana se acerca cojeando hacia la chica, llevando un madero tallado en la mano izquierda.

- Abuela, ya deja eso – Inara voltea los ojos, mientras intenta alejarse.

- Ya ves que tú y Nahuel eran buenos amigos, ahora estarías haciendo fila para ser la próxima matriarca – pronuncia con desdén la señora.

- Nunca fue así con nosotros – la muchacha apunta hacia el navío del futuro esposo, y sonríe tiernamente – éramos mejores amigos, como hermanos, aún lo somos.

- Nadie te pregunto sobre amor fraternal, solo debías hacer que se casara contigo – enfatiza la vieja de ochenta años.

- No sabía que ese era mi trabajo – levanta su cuello lo más que puede, ya alcanza a ver la cola del vestido.

- No, pero era una idea que rondaba en mi cabeza desde que todos ustedes eran pequeños. Tú siempre te la pasabas con él, si hubiera sabido que esa mocosa te ganaría la partida, habría hecho algo – Golpea duramente el suelo de madera con su bastón.

- Saanvia detente, acepta los hechos y acostúmbrate a ver a Nahuel feliz con Rayén– Inara no puede concebir los pensamientos de su abuela, una vieja terca, siempre llevada a su idea, no sabe para qué vino a la ceremonia, si iba a estar con ese carácter mejor se quedaba en casa.

Se siente tan feliz por sus amigos, encontraron a su compañero el uno en el otro. Recuerda que en sus días más jóvenes, ellos siempre estaban peleando, hasta que uno de los dos se decidió, entonces Rayén le plantó un enorme beso a Nahuel cuando estaban atrapados en una de las cuevas de mármol, ya que había subido la marea.

Desde el barco más grande, una novia corre hacia el barandal de la embarcación, y agita Fugazmente sus brazos. Se da varias vueltas sobre sí misma, para que Inara alcance a ver el vestido y su peinado. Ambas dan unos saltos de alegría, mientras que la del bote más pequeño se da cuenta que ya están entrando en las catedrales, entonces le apunta hacia adelante a su mejor amiga.


Las grandes estructuras de mármol dan la Bienvenida a la esplendorosa pareja, y a los barcos más pequeños. Sin embargo la novia y su padre descienden hacia una balsa más reducida, para así poder ingresar hasta piso firme.

Patagones - La tierra del fuegoWhere stories live. Discover now