Nunca supo que amaba a Rayén, no literalmente hasta aquella vez en que yació con ella en la cabaña junto al río.
Ambos con dieciocho años, casi adultos.
Él la había perseguido durante toda la tarde, reprochándole el hecho de que ella se hubiera aislado tanto del grupo, y de él. Le argumentaba que ella jugaba a ser una adulta, fingía madurez, o quizá que por ser hija de quién era, se avergonzaba de quienes fueran sus amigos.
Ella se defendía con uñas y dientes, corroboraba su temprana madurez, y le contra reprochaba la poca que poseía él.
La discusión subía de tono, y Rayén lo odiaba. ¡Ella lo amaba! Y él no era capaz de verlo, o tal vez ella hiciera muy bien el trabajo de esconder sus sentimientos. Tantos años levantando paredes, controlando sus emociones. Quería llorar.
En un punto ambos callaron, agitados y respirando con fuerza. Ninguno lo vio venir. El cuerpo inerte de Nahuel avanzando con rapidez hacia ella, y tomándola fieramente por la cintura. La beso profundamente y con pasión, no supo lo que hacía por al menos hasta cinco segundos después, cuando Rayén se dejó llevar, no pudiendo dar crédito a lo que pasaba.
Con la respiración entre cortada, ambos se vieron a los ojos, y sin intercambiar palabra, ella se sacó una pesada manta que traía puesta sobre su ropa invernal, luego comenzó a desabotonarse el camisón. Nahuel besaba su cuello mientras ella se desvestía, y posteriormente, Rayén haría lo mismo por él.
Entre besos intensos y el sonido de sus voces, se hallaron desnudos sobre una suave colcha en aquella cabaña, en medio del bosque, junto al río. Nahuel tuvo un momento de lucidez en el cuál detuvo a la chica; “¿Estás segura?” Preguntó con un pequeño susurro. Como respuesta, y con un hábil movimiento, Rayén sin pensarlo se dio vuelta subiéndose sobre el muchacho, y lentamente con delicadeza descendió.
Era la primera vez de ambos. No experimentaron tanto como querían, no duraron tanto como deseaban. Pero fue mágico para ambos. Y a un ritmo que los dos manejaban, más aún Rayén, quién había tomado las riendas de todo.
Cuando estaban por acabar, ya Nahuel estaba sobre la muchacha, y entre palabras entrecortadas nació el primer “Creo que te amo… sí… te… amo”.- a lo cual la joven respondió con un “He estado enamorada de ti por mucho… tanto… tiempo”.
Aquella tarde de invierno, en la cabaña junto al rio, sería su secreto eterno. Nadie sabría de aquel hermoso y afortunado encuentro. La historia oficial sería su primer beso en las capillas de mármol, un relato romántico y no tan pasional. Un regalo para las familias y amigos. No necesitaban saber lo que hicieron, cuanto gritaron, ni lo que sintieron. Un encuentro que se llevarían a sus tumbas.
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Patagones - La tierra del fuego
Non-FictionEn el extremo sur y austral de Sudamérica, a través de Tierra del fuego, viven los pocos supervivientes del continente. Él cuál ha sido arrasado a partir de las guerras y la violación a la tierra. Las plantas mueren, la comida escasea, y los sistem...