Una razón para vivir

166 10 0
                                    

El día había comenzado oscuro y gris, poco apetecible para ir a trabajar. Cuando me levanté de mi litera, sentí un fuerte mareo, aunque pude mantenerme de pie y seguir mi camino hacia el resto de mis compañeras por la espera de algo de comer para el desayuno. No tenía apetito, pero era mejor tener algo en el estómago durante el día. Estábamos a punto de ordenarnos para recibir nuestra ración de la mañana cuando Nora apareció en la instalación. Ella había desaparecido desde la noche anterior por lo que nos sorprendimos de verla de nuevo, pero llevaba el rostro pálido y demacrado, e incluso tenía dificultades para caminar por lo que nos preocupamos. Tanto Greta como yo nos acercamos a ella para preguntarle qué había sucedido, notando que estaba volando en fiebre. Con un poco de esfuerzo, logramos acostarla en una de las literas cercanas.

A media voz, Nora comenzó a relatarnos lo que había sucedido con ella desde la última vez que nos habíamos visto. Nos dijo que primero la sedaron con una extraña medicina, y luego apareció en una habitación blanca con muchos instrumentos quirúrgicos mientras sus pies y manos estaban amarrados en una camilla. Iba a continuar, pero perdió el conocimiento por la alta fiebre, era claro que habían experimento en ella. Alzamos sus mangas, y encontramos las marcas de las sogas en su muñecas, y ni qué decir de las marcas de agujas.

— Deberíamos dejarla descansar, no me puedo imaginar lo mal que debe sentirse —Comentó Greta mientras acomodaba algunos cabellos fuera del rostro de Nora.— Si es justo como lo he escuchado, no le queda mucho tiempo

— Con escuchar, ¿Te refieres al burdel? —Ella asintió.— ¿Acaso fue aquel
soldado que mencionaste anoche?

— Te dije que no era igual a ellos

Otra vez nos alejamos de Nora para esperar nuestra ración de pan que no llegaría ese día. Además, como no llegó algún otro soldado, regresé a mi litera a descansar un poco más, aunque no esperé que caminar ese corto recorrido fuera un problema. Percibía que el piso se movía,Y que en cualquier momento y me iba a caer al piso. Apenas toque el duro y áspero colchón, me acosté rápidamente. De repente, sentí un dolor en el pecho que me hizo doblarme y toser descontroladamente. Saboreé en mi boca un sabor dulce y a la vez agrio; acerqué mis dedos a mis labios resecos y note que era sangre. Con un pañuelo limpie los rastros de sangre y volví a tumbarme en la litera. No creía que se trataba de aquel líquido que nos dieron, ya que el resto del grupo de esa vez seguía normal. Lo más probable era que haya contagiado. Era normal en un lugar como ese.

Horas después, Felicia se acercó a mi intranquila. Estaba hablando sobre Nora y su estado, que no era muy bueno según había dicho Felicia. Así que me levanté de la cama deprisa, sin tener en cuenta el malestar que estaba presentando desde temprano. Me acerqué a Nora, sola, ya que Greta había salido como era usual. Lo preocupante era su alta fiebre que estaba causando que balbuceaba muchas incoherencias y algunos extraños movimientos sus manos. Por momentos parecía que tenía convulsiones, y aunque en ciertos lapsos parecía regresar a sus sentidos, no respondía a mis palabras. Felicia me había seguido hasta ahí con un pequeño vaso con agua. Lo acepté y le pedí que fuera a otro lado, no esperaba que viera algo terrible como ese. Una vez que noté su ausencia, vertí el agua sobre sus secos labios. 

Esperaba que se calmara un poco, pero su reacción fue completamente distinta.  Sus ojos se abrieron en par al tiempo que sus manos se acercaron a mi cuello para atraerme hacia ella. Traté de safarme de sus manos, pero ella sujetaba con fuerza del cuello de mi camiseta con aquellos largos y arrugados dedos. Empezó a hacer unos extraños sonidos al tiempo que cayó al suelo. Para ese momento ya me había liberado, y con cautela me acerqué a ella. Por lo que veía, había vuelto a la normalidad.

— Necesito un doctor —Dijo sollozando.


— ¿De dónde sacaré uno? aquí no hallarás cura a tu dolor

— Necesito un doctor —Volvió a repetir con lágrimas en los ojos. Me sujetó de la mano, presionando con fuerza.— Lo necesito, por favor ... siento que va a llegar mi fin

— No...no te vas a morir... ya va a pasar —Ni yo me creía eso.

— Gia...haz algo por mí.  Quiero ver por última vez el cielo azul —Su mirada comenzaba a perderse—llévame afuera .. Giii.. —Tosió desenfrenadamente, y vi como la sangre salía de sus labios. De algún modo me hizo recordar lo que sucedió temprano.

No pude negarme a su deseo, así que la ayude a levantarse. Apoyándola en mí, caminamos hacia afuera contra todo pronóstico. Estaba cometiendo una gran locura al salir de la instalación, hasta el momento yo estaba arriesgando mi vida.  Apenas salimos, Nora se desplomó y empezó a toser y derramar sangre al sucio suelo. La levanté de nuevo y seguimos nuestro incierto camino. Sabía de todo los riesgos, pero si aún tenía una pequeña oportunidad de salvarla, buscaría ayuda. Pasamos por muchos caminos, siempre evitando los caminos principales, a la par que Nora empezaba a decaer y los delirios y espasmo aumentaban. Ya estaba perdiendo las esperanzas hasta que vi dos soldados.  Ambos era netamente alemanes y estaban jugando un partido de cartas sobre una vieja madera. Sin dudarlo, me acerqué a ellos con una pizca de esperanza, algo que imposible en ese momento.

SobreviviendoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora