El momento de ser valiente

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Auschwitz - 25 de Enero de 1945
El polvo empezó a disiparse con el transcurso de los minutos. Apenas recuperé mi visión, me puse de pie con cuidado, revisando de que Anna estuviera bien. Durante la espera, ella me dijo que no había visto Felicia, es más, que nunca había llegado una niña a su instalación. Mis esperanzas empezaron a caer.

— Ten cuidado —Anna me detuvo unos segundos para decirme esas dos palabras. Yo le sonreí en respuesta.

— Tu también, Anna

Luego de ver que Anna asintió a mi petición, me dirigí a la entrada. Los gritos se escuchaban con más fuerza, lo que se suponía que estaban cerca y debía apurarme para evitarlos a toda cosa. Miré a mi alrededor en mi intento de adquirir la suficiente fuerza y valentía para seguir adelante. Desde donde esta podía oler claramente la muerte. Mi objetivo era encontrar una ruta de salida y regresar por Anna sin morir en el intento. Sin embargo, mis planes cambiarían cuando vi a un grupo de niños corriendo por sus vidas. Si ella seguía viva, esa podía ser mi última oportunidad.

Una vez que me preparé mentalmente, di el primer paso hacia afuera. El ambiente estaba oscuro, con algunos destellos de luz, pero claramente se podían ver los cuerpos sin vida en el suelo. Evité verlos para no contagiarme de aquella mala suerte que los rodeaba, pero era complicado no tropezarse con ellos. Además, hubo un punto en contra mía. No conocía el lugar, nunca tuve tiempo de explorar por lo que mis decisiones de tomar un camino dependía de suerte. Necesitaba caminar con mucho cuidado y sin perder la velocidad. Los riesgos eran altos, por el menor descuido, mi vida podía terminar como aquella muchacha.

Por un buen tiempo caminé tranquilamente, hasta que me tope con un combate entre soldados alemanes y británicos. Logré salir con vida, pero atrás de mí. Las bombas estallaban una tras otra seguidas de las balas. Por desgracia, Una de ellas rozó mi pierna. Tuve que apretar los dientes y soportar el ardor de la quemadura, pero el problema era el polvo que no me dejaba ver con claridad. Estuve deambulando en círculos tratando de hallar una salida cuando un soldado cayó sobre mis pies. No tuve oportunidad de gritar luego de ver aquella herida en la cabeza, mis ojos se enfocaron en el arma. La única pieza que me faltaba para continuar con mi objetivo.

No lo pensé demasiado y recogí el arma. Revise si tenía balas y en efecto estaba cargada para alivio mío. La oculté dentro de mi uniforme y seguí mi camino, aún si cojeaba de una pierna. Anduve caminando por varias horas tratando de ubicarme, había llegado a una extensa zona que tenía exactamente los mismas construcciones. El poco sentido de orientación que tenía, desapareció apenas pisé esos lares. Tenía que apurarme, más soldados aparecían y presencié algunas muertes de judíos. Podía ser que estaban luchando contra el bando enemigo, pero no dejarían de matarnos si tuvieran la oportunidad.

Iba a girar hacia uno de los caminos principales cuando escuché a un grupo de soldados alemanes listos para matar a toda cosa que se moviera. Mi supuesta ruta de escape se vio bloqueada por lo que me vi obligada a ingresar al intrincado sistema de caminos de las edificaciones. Esperaba que al menos eso podría salvarme, pero me equivoqué. Los soldados empezaron a acercarse, mientras disparan. Aún quedaban personas. Tuve miedo de pensar en Anna.

Continué huyendo de ellos, pero no podía competir con su gran resistencia física. Había comenzado a cansarme de correr y mi pierna no cooperaba del todo, necesitaba un poco de motivación. Una que difícilmente podría encontrar ahí, así que solo me tenía a mi misma y mis ganas de vivir. Cerré mis ojos, y me preparé para correr con toda la fuerza que me quedaba. Primero, tenía que perder de vista a esos soldados.

Por cosas de la vida, fracasé. Ahí estaba yo, huyendo de los soldados que pisaban mis talones y que de algún modo trataba de esquivar las balas corriendo en zigzag. Pensé que sería mi fin hasta que las balas cesaron, no tenían más carga. Por alguna razón incomprensible, me detuve y giré hacia ellos para burlarme. Ellos no lo tomaron nada bien y avanzaron. Eran  cuatro contra uno, una oponente fácil de acabar, pero ellos jamás esperaron que estuviera armada. Titubearon un poco al ver el arma, pero no me creían capaz y no creían que estaba cargada hasta que se los demostré. Solo necesite dos  disparos para hacerlos temblar, pero yo no iba encargar de ellos. Esas balas no serían gastadas en matar gente porque sí, los soldados del otro bando se encargarían de ellos. Habían llegado a tiempo para que siguiera mi camino.

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