XII "Pequeño progreso"

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Los días aquí se hacían eternos sin alguna noticia interesante. Nina estaba cada día peor, no me dejaba dormir por el miedo a que se le salte otra tuerca y quiera atacarme a mí.

Liu ha estado entrando y saliendo del castillo constantemente, seguro para espiar a los demás Creepypastas. A veces, venía con algunas heridas y podía identificar a quiénes iba a espiar; una vez llegó con una bala atravesada en su brazo, seguramente había ido a espiar a Masky. Otras, venía con un nuevo corte de Jeff, y luego volvía sin ninguno. Nina estuvo hablando mucho con él y eso me aterra, no porque ella le hiciera daño, sino que...estaba muy rara. Si bien no quiere ayuda, debo protegerla como ella a mí, aunque no le guste la idea.

Hablando de Roma, Nina regresó a la habitación. Tenía una mirada perdida, como estos últimos días. No le dirijo la palabra desde esa noche, aunque ya ha pasado una semana.

-¿Vienes a buscar algo?-Pregunté, observando que Liu estaba apoyado en el marco de la puerta.

-Solo viene por una cosa. Te traeré tu amiga de vuelta en unos minutos, _____. No te preocupes.

Asentí, ya no muy convencida de que Liu dijera la verdad. Algo estaba destruyendo a Nina y debo saber qué es.

Salieron los dos juntos y yo esperé un momento. Los pasos se alejaron y me puse de pie, guardé mi cuchillo en el bolsillo de mi chándal y abrí con cautela la puerta de madera. Pero el plan fracasó apenas habiendo comenzado.

Zalgo se encontraba de pie en la entrada, con una sonrisa de oreja a oreja y ocultando su verdadera forma dentro de un cuerpo idéntico al mío. Me sorprendí al principio, pues siempre tomaba la figura de Nina o Liu, pero esto era como si mi propio cuerpo no respondiera a mis movimientos... Muy extraño.

-¿Dónde ibas, _____?-Preguntó ladeando la cabeza.

Su mirada penetraba la mía, con esos ojos rojos carmesí inundando sus pupilas. Tragué saliva y pensé rápidamente una excusa válida.

-Quería salir. No pueden mantenerme encerrada sin hacer absolutamente nada, Zalgo.

Perfecta excusa, pero después de todo, era cierto. Estaba sofocándome entre estas paredes, y alrededor del castillo no había nada. Literalmente, solo había un espacio negro, con alguna que otra estrella iluminando los alrededores.

Zalgo asintió mientras reía y se hizo a un lado para dejarme pasar.

-De acuerdo, salgamos un momento. También necesito hablar contigo.

Salimos juntos del castillo y me extendió su mano. Yo la tomé, desconfiada, y aparecimos por sorpresa en un campo. En el mundo humano estaba atardeciendo, el sol se ocultaba por el horizonte y el aroma a fresco inundaba todo aquel campo rodeado de pastizales. Frente a la vista de quien pasase, éramos como dos gemelas merodeando por allí, así que me dispuse a tranquilizarme y oír el viendo rasgar el aire.

-Hacía tiempo no caminaba por el mundo humano-comentó Zalgo mientras miraba con curiosidad los alrededores-. ¿Hace cuánto fue la Peste Negra?

-Hace unos siglos.

-Desde hacía siglos no pisaba la Tierra-comentó con humor.

No aguanté la risa y largué una carcajada. Este maldito no venía desde el siglo XIV, debió notar muchos cambios.

-¿Por qué querías acompañarme?-Pregunté sin resistir- ¿Hay algo de lo que desees hablar?

Zalgo permaneció en silencio y con un aire pensativo durante unos minutos. Yo aproveché y me trepé a un árbol que posaba en un terreno aislado hasta que mi compañero se dignó a responderme.

Dos destinos. (Creepypastas y Tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora