XIX "Fin del mundo"

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Los siete hermanos desaparecieron del castillo, dejando en manos de Zalgo a los creepypastas. Ellos debían encargarse de la parte más importante del plan.

Destruir el mundo.

Zalgo ahora era alguien indestructible, con sus siete bocas abiertas y listas para sembrar el caos por el mundo. Pero ese juego se lo dejaría a sus preciados hijos, quienes representaban cada una de sus bocas mientras él destruía a los aliados de Slenderman.

Liu había quedado inconsciente tras la lucha contra Masky. Cuando este último se liberó de su agarre le dio un golpe con la culata de su pistola y lo pateó lejos de su alcance, apagándole todas las luces. Pero el estruendo lo hizo despertar, se incorporó lentamente y dio un salto cuando uno de los muros cayó repentinamente a su lado. Miró atónito el castillo o, bueno, las ruinas de este, mientras un gigante Zalgo daba manotazos contra sus enemigos y se llevaba puesto todo lo que se cruzaba por su camino; Nina y Jeff estaban coordinados e iban a cada extremo del demonio, siendo perseguidos por cadáveres que brotaban de la tierra e impedían su paso hacia Zalgo.

Ese maldito demonio aterrorizaba con solo verlo, ahora que se había dejado ver su forma real. Su cuerpo totalmente negro y su nariz deformadamente chata, su boca abierta y rajada, sus ojos hundidos y chispeantes... Sus manos gigantes y pies ganchudos como de buitre, de brazos y muslos delgados pero fuertes y llenos de pelo... Sus piernas de cabra...

Masky y Ticci-Toby estaban rodeados de las almas en pena de sientos de pecadores que querían llevarlos con ellos, tomándolos de sus ropas y cabellos. Nadie dejaba que se acercaran a Zalgo, a su "pastor", pero ninguno atacaba a Liu, quizás porque era uno de los aliados de ese vil demonio, pero el pobre estaba en un conflicto interno; no quería morir en manos de un ser como él, pero tampoco que su hermana se convirtiera en una de esas almas abandonadas, ni en algo similar a Zalgo porque si el poder se le subía a la cabeza...

Dos Zalgos...no sería una buena idea.

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Mi cuerpo ardía de una furia intensa, de esas que te harían explotar con un simple roce contra alguien, los engaños de la gente, el silencio que guardé estos meses por ellos... Quería matarlos, a los humanos y a quienes me engañaron diciendo que eran mi familia, cuando sólo era un peón en este tablero de ajedrez... Mi mente estaba nublada por estas emociones, pero lo que importaba ahora era otra cosa. Estaba corriendo a una velocidad inhumana, con seis sombras a mis costados que no se quedaban atrás. Según mi padre ellos eran mis hermanos, nacidos para el mismo objetivo que se me había impuesto a mí antes de mi nacimiento: crear un mundo mejor. Y eso implicaba, por lo tanto, destruir el actual.

Éramos seres invencibles a la vista de esos asquerosos gusanos, éramos superiores a ellos, mucho más listos... No comprendo cómo su raza no se ha extinto hasta el día de hoy. Pero eso lo cambiaríamos nosotros, los siete hermanos, los que le darán la bienvenida al apocalipsis.

Aullamos al mismo tiempo, un aullido desesperante que marcaba nuestra llegada. Por cada paso que dábamos más se alargaba una grieta en el suelo, haciéndolo temblar y crujir bajo nuestros pies hasta que una de mis hermanas, Soberbia, lanzó un grito ahogado y pisó con fuerza el final de la grieta, partiendo la calle que habíamos marcado, dejando salir lava del interior. Las personas gritaron del susto y otros tomaban sus autos para huir, llevándose puesto a otros humanos y materiales que no valían nada en esta situación. ¿Cómo se atrevían a dejar atrás a seres como ellos? Así eran los humanos, egoístas, sólo viendo por ellos mismos en vez del resto... Eso me sacaba de quicio, hacía crecer mi ira cada vez más...

Era asqueroso y placentero a la vez tener que lidiar conmigo misma, con mis temores convertidos en mis ideales, luchar con la furia que fluía por mis venas... Pero sé que nunca parará, que estaré sujeta eternamente a este lado mío, a mi propio desastre...Y eso era lo que era, yo era el desastre del Infierno, la ira acumulada de todos los infelices de allí. Era un acumulo de su odio, de su sed de venganza, de sus deseos incumplidos por haber terminado en la oscuridad del más allá...

Dos destinos. (Creepypastas y Tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora