Día 2

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Había sido un día de trabajo bastante pesado para Shinsou. Su agencia le asignó un caso que le llevó todo el día resolver y en esos momentos estaba realmente cansado de andar persiguiendo criminales por las calles.

Lo único que de verdad deseaba era poder llegar a su departamento y dormir lo más que pudiera, lo cual no era mucho pues pasaba de la media noche y en la mañana tendría que levantarse más temprano de lo usual para terminar el reporte de su última misión.

Así que cuando al fin pudo abrir la puerta de su hogar, una gran calma llenó su alma y le hizo suspirar. Ya podía estar en paz, o al menos eso creyó hasta que sus pies tropezaron con algunas cajas y sintió como fue perdiendo el equilibrio de a poco para terminar cayendo de bruces contra el suelo de madera.

—No puede ser... —musitó adolorido con el rostro pegado al piso.

—¡Hitoshi! —gritó una voz mientras unos pasos se acercaban velozmente a su cuerpo inmóvil.

Entonces recordó que en realidad no estaría del todo tranquilo pues su novio Kaminari vivía con él desde la graduación y eso significaba tener a un inquieto adulto —que seguía pareciendo un adolescente vivaz— molestándolo hasta que el sueño le entrara.

Por eso mismo sabía que el rubio era quien había dejado las cajas en la puerta, aunque no podía negar que le alegraba un poco el que llegase a su auxilio después de tan fea caída; una emoción que se desvaneció cuando Denki, en lugar de ayudarlo, lo empujó para quitarlo de encima de las cajas.

—¡Oye! —Shinsou se quejó, viendo cómo el contrario rebuscaba desesperadamente entre el montón de cartón aplastado—. Gracias por la ayuda.

Se puso de pie con algo de dificultad bajo la sorprendida mirada de Kaminari quien, a juzgar por su rápido parpadear, apenas había reaccionado.

—Lo siento —Denki soltó una risa nerviosa y Shinsou no pudo molestarse más con él, así que le extendió la mano para que también se levantara y el rubio la aceptó gustoso—. ¿Estás bien?

—Sí, todo bien —aseguró con una sonrisa ladina—. He recibido peores golpe que ese.

Shinsou sacudió un poco su ropa y trató de arreglarla. Estaba tan ensimismado con esa acción que caminó en automático hasta la sala, sin percatarse de otro obstáculo que yacía en el suelo.

—¡Cuidado! —Kaminari trató de advertirle, pero fue demasiado tarde.

Cuando menos se dio cuenta ya estaba de regreso en el piso, como si la madera fuese su mejor amiga, y ni siquiera era así de cercano con sus amigos; tal vez solo con Kaminari, así que podría considerarla como un buen sustituto.

Levantó la vista y bufó, hastiado de esas vergonzosas escenas. Entonces su mirada se fijó en el resto de la sala, quedando petrificado al ver una gran cantidad de tubos y cajas interconectadas unas con otras, formando lo que parecía ser un laberinto en miniatura que cubría casi todo el departamento.

—¿Puedes levantarte? —preguntó Kaminari con notable preocupación, a lo que Shinsou no encontraba forma de contestar.

—Yo... —Sintió los brazos de su novio jalándolo para ponerlo en pie otra vez, pero él apenas podía salir de su estupefacción—. ¿Esto fue lo que hiciste en tu día libre?

Visto desde su altura normal era mucho peor. Lo único que sus ojos lograban ver era toda esa basura sobre los muebles y el piso, entrando y saliendo incluso de las pocas habitaciones y del mismísimo baño.

—Bueno, en realidad hice otra cosa mucho más importante —Shinsou volteó a verle con cierto miedo en la mirada justo cuando el chico sacó su teléfono y le mostró una fotografía—. ¡Compré un ratón!

Shinkami Week 2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora