|Diecisiete| *Número telefónico*

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|Diecisiete|

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*Número telefónico*

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[Z & M]

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Era sorprendente, debía admitir. No le había supuesto ningún esfuerzo poner aquello en el bolsillo trasero de su pantalón ―él ni siquiera lo había notado, y no estaba en la superficie del bolsillo, sino hasta dentro―. En todo caso había tenido que introducir toda su mano para ponerlo tan profundo.

No sabía cómo reaccionar, nunca nadie había hecho algo así ―ni siquiera para robarle―; no algo tan descarado.

La había visto por primera vez hace una semana atrás cuando chocó con ella en el parque donde corría por las mañanas. Nada especial. Se dieron las disculpas pertinentes, una que otra mirada y el adiós definitivo, porque se supone que después de un encuentro tan accidental no había probabilidad de que se volvieran a encontrar, o bueno, las probabilidades eran bajas.

Deberían serlo.

Aunque tenía que admitir que tanta audacia por parte de la señorita de dorados risos le alagaba de cierto modo.

Vio de nuevo el trozo de papel, repasó los números en él; su otra mano acaricio el teléfono móvil. Una sonrisa curvó sus labios.

Hacer tanto por solo darle su número telefónico sin la certeza de que la llamaría tenia merito ¿no?, debería de llamarla ¿verdad?; es decir, por mera cortesía, ¿no es cierto?

Los pitidos sonaron y a la tercera ella respondió.

― ¿Aló?

¿Y qué le debía decir?

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[M & Z]

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Se acomodó el cabello por décima vez incapaz de contener el nerviosismo que la embargaba. Estaba en medio de un restaurante, con un vestido elegante, mirando hacia donde Zeref Dragneel había ido.

Si alguien le preguntaba el motivo de su actuar ― "tan descarado" según su mejor amiga― de la semana pasada, su respuesta seria: curiosidad. Tan simple como eso. Ella solía salir a correr en las mañanas para disfrutar de la calma que podía ofrecer el parque de la ciudad a las primeras horas del día, antes que el sol saliera siquiera; en uno de esos días vio por primera vez al chico con quien ahora tenía una cita y por quien no dejaba de jugar con su cabello. Lo veía cada día correr, y hacer ejercicios sin mostrar ningún signo de disfrute o de cansancio; apático y con dejes de melancolía que le atraía de sobre manera. Movida por la curiosidad de quien quiere conocer el secreto más grande jamás descubierto, quiso saber cómo era ese chico, porqué tenía esa mirada y expresión todo el tiempo, asimismo moría por saber, y ver, si podía ofrecer otro tipo de expresiones, y si así fuera, ¿qué lo motivaría a hacerlo?

Curiosidad, bendita curiosidad.

Sin darle mucho que pensar a su lado racional escribió su número en un pedazo de papel y con todo el sigilo posible, como si fuese un ser mítico indetectable, introdujo el papel en el bolsillo del azabache mientras él le ayudaba a levantarse del piso donde yacía desperrada después del choque que tuvieron ambos, sobra decir que fue intencional. No tenía grandes expectativas respecto a su plan, incluso pensaba que fracasaría, y ante esa opción tenía otros tres planes de respaldo ya trazados, pero grata fue la sorpresa al saberse triunfadora al primer intento.

Dejando de lado sus cavilaciones y después de tomar agua llegó a la conclusión de que no había razones para estar tan nerviosa, él solo había ido al baño y no la abandonaría a su suerte aunque ese no era el motivo real, no, la quit de la cuestión era saber cómo actuar después de lo diferente que había resultado ser en realidad. Era bastante amable, atento, de pocas palabras en un principio como supuso, pero después de dos copas de vino se convirtió en una persona divertida y directa, sumado a todo lo anterior por sorprendente e irreal que pareciera, conoció el lado galante del chico; así es, le había soltado más de una frase coqueta haciendo que se sonrojara hasta los cabellos.

Quién diría que detrás de la seriedad y apatía encarnada, se escondía un sujeto capaz de decir cumplidos que podían hacerle echar fuego por la orejas, y reírse hasta perder el aliento; faltaba saber si también podía robarle el aliento de otras formas, y esa era otra cuestión que la ponía nerviosa, de un modo agradable y excitante.

Lo demás quedaba a la deriva.

Atreverse a dar el primer paso puede llevarte a la victoria.

Mavis Vermillion.

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