Above my head

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La mayoría de los estudiantes de Hogwarts coincidían en que el mejor lugar para escribir ensayos interminables era la biblioteca. Y Severus Snape, slytherin de sexto año, estaba completamente de acuerdo.

La biblioteca era también su lugar favorito para relajarse, para dormir y comer. Todo por culpa de él.

El chico que siempre se sentaba a una mesa de distancia y solo se marchaba hasta que el slytherin lo hacia.

Nunca hablaba con él pero sabía que era gryffindor (sería ciego si no lo notara).

Sabía su nombre, Harry Potter.

Sabía que era estudiante de quinto.

Sabía que era buscador en quidditch y era una completa coincidencia que los únicos partidos que Severus presenciará eran aquellos en los que jugaba gryffindor.

Sabía que la principal razón por la que nunca cruzaba la distancia entre las mesas era que ese chico era popular.

Pocas eran las veces en que nadie acompañaba a Harry Potter, si no era Ron Weasley, era Petter Pettigrew o cualquier otro gryffindor fascinado por  el heredero de los Potter.

Pero también sabía, que Harry Potter sabía que él, Severus Snape, existía. Porque había momentos en los que ambos conectaban miradas y podían pasar minutos hasta que Harry giraba su cabeza a la derecha y jalaba suavemente el lóbulo de su oreja.

Señal, que Severus nunca entendió el significado.

¿Podría ser un simple hola? No, porque a veces llegaba justo en el momento antes de perderle de vista.

No podía se un adiós, por todas las veces que el chico de ojos verdes jalo del lóbulo de su oreja apenas llegó a la biblioteca.

Y a veces Severus devolvía el gesto, tratando de transmitir todo lo que deseaba.

Hoy te ves hermoso Harry.

Deberías tener más cuidado mientras vuelas, el otro día casi me provocas un paro cardiaco, Harry.

Harry Potter, me gustas.

Tienes algo verde entre los diente, Harry.

Pero el chico de quinto nunca pareció captar el mensaje; siguió volando sin aprecio a su vida (o a la de Severus) y caminando por Hogwarts con comida entre los dientes.