VI

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Ley de Confraternización

VI

Hombre Liberado

...

Se despertó de golpe y bastante desorientado. Le dolía cada partícula de su cuerpo, pero a su vez, se sentía tan relajado que no le importaba. Notó su cuerpo enredado en una suave sábana de seda color celeste bordada y el vaivén producto del colchón de agua, le hizo recordar que no estaba en su habitación, levantó el antebrazo y cubrió su mirada sonriendo. ¿Realmente lo había hecho? ¿Realmente había mandado su dichosa ley de confraternización al carajo, después de todos esos años?

No podía creerlo, pero siendo que estaba en la habitación de ella, y no en la suya... todo parecía indicar que sí.

...

La había besado, después de todos esos meses se había atrevido a hacerlo, aunque nunca esperó que la pelirroja le respondiera de tal forma que terminó arrastrándolo con ella, hasta su habitación.

«Descuida, realmente no tengo un cuarto rojo» le había dicho con sus labios apoyados contra los de él, mientras abría la puerta y lo invitaba a entrar.

Y una vez dentro de la habitación, todo desapareció para ellos, tal cual la ropa que ambos vestían. Ash cayó sobre Misty en la cama y la miró, esperando que le dijera algo, una señal para parar o detenerse, pero la pelirroja solo actuó, enseguida atrapó sus labios con los de ella para volver a la acción.

Estuvieron un rato ahí, jugando a los besos, a recorrerse y descubriendo una nueva forma de conocerse. Cuando la situación ya no daba para más, Misty usó su fuerza para zafarse de Ash y dejarlo debajo de ella.

—¿Misty? —dijo éste mirándola, la pelirroja tenía un claro brillo de desafío mezclado con la pasión que desprendía cada uno de sus poros.

—Tú sabes... me gusta tomar el control —respondió, y antes de que el otro pudiera alegar, Misty volvió a besarlo y él no se quejó ya que aquella posición les daba un acceso privilegiado a las curvas de su amiga... ¿Siempre había tenido aquella anatomía?

Se sentía un completo idiota por no notar aquello antes, pero desde ese mismo instante iba a disfrutarlo complemente.

...

Salió de sus recuerdos para levantarse, encontrando su ropa acomodada en el borde de la marquesa, sonrió negando con la cabeza. Aquella mujer no dejaba de ser cuadrada ni en esos momentos.

Se vistió adecuadamente antes de salir de la habitación de Misty, era miércoles y era el día en que Toña iba al departamento, no quería darle una escena desagradable.

Cuando salió, ya vestido, se encontró con el departamento vacío, Toña no había llegado.

—Le pedí a Toña que no venga —le dijo una voz, Ash sonrió y se acercó a Misty, pero se detuvo antes de poder tenerla cerca. De pronto, podría sentir como si el ataque «frío polar» lo dejara sin puntos de vida— Hice el desayuno —le comentó indicándole un plato, ella ya había terminado.

—Buenos días —fue lo único que alcanzó a pronunciar.

—Buenos días, Ash —dijo poniéndose de pie, lucía un conjunto de chaqueta y pantalón rojo con una blusa blanca—. La puerta de esa habitación —le dijo señalando la que él usaba, en ese momento le dejó claro que ya no era de él, se sintió incomodo—, estaba abierta y noté la maleta. ¿Te vas hoy?

—Eso pensaba —respondió.

—Ya veo —se quedó en silencio, como si pensara algo, pero solo se acercó al sillón por su cartera tipo tote, negra—. Me voy a la oficina, fue bueno haber podido ayudarte todo este tiempo —le sonrió, pero Ash no se sintió alegre, sabía que algo había, pero se lo estaba callando.

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