Capítulo 2: Desastre en el laboratorio

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La maestra titular entró al salón tal como siempre: con el grandísimo entusiasmo de un perezoso en época de calor. Sobra decir que aún no me quitaba la mirada de encima después de todos los problemas que Meghan y yo le habíamos causado el día anterior... y hablando al respecto...

— ¿No falta nadie por llegar? — dijo la maestra mirando de reojo a las filas de mesas.

Solo había una silla vacía... una de la que supuestamente yo era responsable...

— Nathan, ¿y tú asignado de inducción? — dijo la maestra.

Inmediatamente la clase volteó hacia mí y comenzó a cuchichear. Genial, ser el protagonista del chisme de la clase que sería un castigo más que perfecto, ¡Gracias profesora!

— Debe haberse demorado — dije tratando de no ser muy evidente.

La maestra me miró con cierto disgusto. Al parecer mi respuesta evasiva no le gustó mucho...

— Es el cuarto 328, ve por ella; ¡Y date prisa que no tenemos todo el día! — respondió aún de mala gana.

— ¡¿Ella?! — se escuchó resonar en el salón.

Creo que sobra decir que la petición de la maestra dio pie a muchas malas interpretaciones por parte de la clase... ¡Y con decir muchas, me quedo corto!

— ¡Meghan, rápido!, ¡Ya deberías estar en el salón! — dije tocando la puerta.

Nada, ni un solo sonido.

— ¡Meghan, soy yo!, ¡Abre!

Aún nada.

— ¡¡Meghan!! — dije golpeando lo más fuerte que podía.

Sin más remedio decidí entrar al cuarto, aunque tal vez no fuera lo más prudente que podía hacer.

— ... Tiene que ser una broma — me dije a mí mismo al encontrar a mi desastrosa compañera aún plácidamente dormida.

— ¿Eh?... ah, buenos días Nathan... — dijo con un gran bostezo.

Tras unos segundos, Meghan cortó su bostezo en seco y sus ojos se abrieron como platos.

— Un segundo... ¿¡Nathan!?, ¿¡Cómo entraste aquí!?

El susto la despertó más que suficiente.

— Luego te explico, ¡La clase ya empezó, apúrate que nos van a volver a castigar!

— Ya voy, ¡La próxima vez adviérteme sobre el horario! — dijo ella saliendo de la cama prácticamente de un brinco.

— ¿Por qué yo?

— Porque supuestamente tú estás a cargo de mi adaptación aquí.

— Existen alarmas... — dije entre dientes.

— Ya sé, pero bueno, discutamos esto en algún momento que no debamos apurarnos, tú eras el que quería llegar puntual a la clase de la gorila malhumorada, ¿no?

Se me escapó una risa.

— Está bien, tienes razón, vamos.

The Runes' WarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora