Capítulo 3: La pesadilla

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— Por aquí — dije al llegar al último salón del pasillo.

— Esta es la biblioteca, es medio inútil por la pésima señal en las computadoras, pero... aquí está.

— ¿Ok....? — respondió Meghan con una leve risa.

— Por allá está el comedor, y junto a éste, la cafetería. Aunque bueno, eso ya lo sabes, ¿no?

— Sí, gracias a uno de los miles de castigos que nos hemos llevado en la semana — dijo con picardía.

— Bueno, al menos te sirvió como orientación, ¿no?

— Viéndolo por el lado positivo... sí.

— En ese caso, sígueme por acá señorita positivista.

Nos dirigimos hacia el gimnasio, y tras mostrarle los salones del exterior, fuimos rumbo al campus.

— Este, como obviamente verás, es el campus. Más adelante está el auditorio de eventos y mucho más al fondo, las canchas de básquet y tenis.

— Mmm ¿También tienen alberca para waterpolo? — dijo Meghan con sarcasmo.

— Si, está junto a las canchas.

— ¿En serio?

— ¡Claro que no!, ¿en qué escuela has visto que haya una piscina para waterpolo?

— En ninguna, por eso lo supuse — dijo riéndose de su propia broma.

— Y por cierto, fue el peor sarcasmo que he escuchado en la vida.

Meghan se encogió de hombros.

— De cualquier forma odio los deportes y tengo la flexibilidad de una roca; así que de nada me serviría su alberca de waterpolo imaginaria.

Volví a despeinarle la coronilla.

— ¿Y entonces qué haces en tu tiempo libre, eh sabelotodo?

Ella sonrió divertida.

— Te mostraré.

Meghan entró corriendo al salón más cercano y tomó un gis.

— Cierra los ojos y cuenta veinticinco segundos.

— ¿Qué?

— Sólo hazlo.

— Está... ¿bien?

Comencé a contar en voz alta y cuando el tiempo acabó volví a abrir los ojos.

— Listo — dijo entusiasta.

— Wow...

En la pizarra, con un simple gis, Meghan había hecho el boceto de un zorro increíblemente detallado para haber sido hecho en tan sólo escasos treinta segundos.

— ¿Alguna duda?

— Vaya... ¡Increíble!, ¿cómo lo hiciste tan rápido?

— Práctica — dijo orgullosa.

— ¡Genial!, definitivamente sobrevivirías si tu vida dependiera de dibujar contrarreloj.

— Dudo alguna vez estar en una situación así, pero gracias — dijo riendo.

De pronto unos pasos se acercaron a la puerta.

— Por favor dígame que no son ustedes, par de criminales colegiales.

Ambos nos miramos asustados... se suponía que los alumnos tenían prohibido entrar al edificio de salones después de las 7 de la noche... y eran las 9:30...

The Runes' WarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora