Bertholdt. 💚

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Tu cuerpo se tensó de manera inmediata al ver el nombre escrito en el papel. Con los ojos abiertos y los labios ligeramente separados, dejaste escapar su nombre en un susurro.

—Bertholtd. –Soltaste mientras una mano descendía sobre el hombro del varón ya mencionado.

Con el ceño fruncido, miró a Reiner, quién le dedicó una descarada sonrisa.

—Buena suerte. –Alentó el rubio al más alto, logrando que éste tartamudeara antes de tragar saliva con fuerza.

Sus ojos volvían a mirarte abiertos de par en par, siendo su atención alentada por el papel que tenías en manos.

—Bueno, ¡Vamos! –exclamó Sasha, tomando tu mano y alzándote de tu asiento–. No tenemos toda la noche, después de todo.

Lanzaste contra Sasha una mirada suplicante la cuál; rápidamente, ignoró, empujando tu cuerpo hacia el cuarto que reconocías como el armario. Sufriendo Bertholdt el mismo camino; mas siendo éste empujado por Reiner.

—¡Espe-! –Tus palabras se quedaron atoradas tras cerrarse la puerta con un inconfundible "clic". Tu vista se sumió en la completa oscuridad.

Silencio absoluto, denso e incómodo. El tiempo transcurrió con notable lentitud entre Bertholdt y tú, afligiendo a ambos por igual. Estaban tan cerca el uno del otro que con roces simples notaban su presencia. No podías verlo, pero el rostro del chico se fundía en pánico y su frente en sudor. Resbalando un par de gotas por su cien. Mas, lo que si notaste, fue el temblor que le atormentaba el torso.

—¿Estás bien? –cuestionaste mientras el chico se estremecía.

Calló, durante un par de segundos, antes de responder.

—A-Ah, ¿Yo? Oh sí, er... Quiero decir, creo que sí.

—¿Estás seguro? –Volviste a cuestionar con la preocupación reflejada en el rostro–. Estás temblando bastante.

Bertholdt dejó escapar una pequeña, pero nerviosa risita ante el comentario.

—Yo... Estoy bien, ¿por qué no lo estaría? Estoy en un armario solo con mi crush...

Acto seguido, se dió cuenta de las palabras que recién había soltado, congelándose al darse cuenta de ello.

Tus ojos cautivos por la sorpresa, se abrieron de par en par mientras le observas bajo la tenue luz que se escurría hábilmente por entre el pequeño orificio de la puerta. Susurraste entonces una palabra, presa de la incredulidad:

—¿En serio?

Bertholdt se miró rígido cuando la pregunta salió de tus labios, pero a medida que el tiempo transcurría, el azabache relajó la postura observándoselo más tranquilo.

—Sí... –admitió finalmente en un suspiro.

Inclinando tu cabeza ligeramente, una sonrisa adornó tus labios.

Permaneciste en silencio, dubitativa por un breve periodo de tiempo antes de levantarte y; gentilmente, tirar de su rostro hacia abajo para estar a la misma altura que el tuyo.

—¿Q-Qu-? –Pero no pudo terminar la frase.

Tus labios se encontraban ahora sobre los suyos, de manera gentil, apenas rozando su boca antes de alejarte, dejándolo congelado con los ojos bien abiertos y un rubor cubriéndole el rostro.

—Perdón si eso fue repentino –susurraste en voz baja–. Verás yo...

Ni siquiera terminaste la frase, es más, ni siquiera esperabas que Bertholdt te tomara por los hombros y presionara sus labios contra los tuyos. Su ritmo era descuidado, apenas podía verte después de todo. Un escalofrío te recorrió la columna vertebral, estremeciéndote; un jadeo abandonó tus labios.

Bertholdt se removió al instante y se apartó.

—¿Estás bien? –preguntó.

Obviamente preocupado por el sonido que acabas de soltar.

—¡E-Estoy bien! –Aprezuraste a decir para tranquilizarlo–. Yo, solo... fue agradable.

El varón inclinó su cabeza hacia atrás en una muestra de alivio y fue entonces que lograste captar el suave contorno de una sonrisa contra la luz que escudriñaba en la habitación.

—Entonces supongo que, ¿no te importaría que lo haga de nuevo? –cuestionó el oji-verde.

—Para nada. –respondiste, con suavidad.

Tus ojos se abrieron ligeramente al ver como el titán se inclinaba a tu encuentro y una vez más, atrapaba tus labios con los suyos de manera gentil, delicada.

Presionaste tu cuerpo contra el ajeno, abriendo sutilmente la boca para profundizar el beso. Bertholdt se estremeció, pero no retrocedió, permitiendo que sus manos; vacilantes, se colocarán sobre tus caderas. Una de tus manos se estiró hasta enredarse en las hebras oscuras del soldado, provocando un pequeño y estremecedor suspiro por parte de Bertholdt; la otra mano descansando sobre su cuello, atrayendolo hacia ti.

El mayor, captando la insinuación, presionó su cuerpo hacia delante, quedando ambos contra la pared del armario; haciéndote jadear. Podías escuchar algunas risas por fuera, aunque debías admitir, poco te importaban. El chico se apartó por un momento solo para verificar que te encontraras bien antes de continuar, besando sultimente la línea de tu mandíbula. Inclinaste el cuello hacía un lado, permitiéndole un mayor acceso, el cual utilizó de forma vacilante. Los labios y besos del mayor se repartían grácilmente sobre tu piel expuesta.

Tan absortos estaban en sus actividades que ni siquiera notaron los golpes sobre la puerta.

No fue hasta que se abrió provocando un chirrido que ambos dieron un respingo, causando que Bertholdt golpeara su cabeza contra el techo.

—Ow... –gimió el chico de dolor.

Te giraste para mirar a Connie quién sólo pudo devolverte una mirada a modo de disculpa.

—¿Se acabó el tiempo? –aseveró Connie que, más bien, parecía preguntar.

Tornaste los ojos en blanco y observaste con preocupación al azabache, quién solo te ofreció una sonrisa tímida. Cogiste la mano con la cual se encontraba palpando su cabeza, envolviendola entre las tuyas. Bertholdt respondió acomodando el cabello que caía sobre tu frente para después depositar un beso en ella.

—¡Vamos, enamorados! –llamó una voz más allá del armario.

Sonreíste, conduciendo al más alto hacia la radiante e iluminada habitación en dónde tomaron asiento. Mientras todos observaban, entrelazaste los dedos con los del varón, apoyándote sobre él mientras tomabas asiento.

—Bueno, eso salió bien. –resolpló Jean, girandose con el frasco hacia el resto del pelotón.

Mientras aquello ocurría, Bertholdt se las arregló para darte un último y fugaz beso en los labios.

Una tierna sonrisa adornó tus labios, descansando tu adormecida cabeza sobre el hombro del mayor por el resto de la tarde.

❝❞

Bertholdt es amor, lo adoro demasiado.

Posiblemente tarde un poco con las traducciones ya que no tengo cargador de laptop y lo hago desde el celular -cry-

Pero bueno, sigamos con esto que faltan mucho por hacer. ✨

Seven Minutes in Heaven | SnK x Reader | Traducción.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora