Leche, sal y huevos.

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A Akane le gustaba el aroma fresco de la mañana. No era muy fan de quedarse en cama durmiendo, prefería aprovechar el día al máximo. Cosa que su madre aprovechaba para mandarla a realizar tareas. Recoger encargos, visitar a ciertas personas, ir a la compra... Y ese día tocaba ir a la compra.

Akane tenía 15 años y contaba con su mejor amiga, Jaiden. Jaiden era rubia y muy alta. Esbelta, estilizada. Pecosa y de ojos acaramelados como el toffee.

Akane era mediana. Tenía el pelo teñido de un azul pastel y ondulado. Sus ojos marrones también, siempre se quejaba por tener los ojos del color del 55%  de la población, siendo así el más común.

Jaiden y Akane iban juntas a todos lados y para suerte de la quinceañera, su mejor amiga también era madrugadora por lo que en muchas ocasiones Jaiden acompañaba a Akane a sus recados matutinos. Y ese día la acompañaría.

-¿Akane? Akane cielo, necesito que me compres unas cosillas en el supermercado. -dijo su madre, la señorita Malory.
- ¿Qué cosas?-preguntó Akane, aún bostezando, sirviéndose un gran tazón de cereales achocolatados.- mamá, ¿y la leche?
-¡Exacto! Necesitamos huevos, sal... y leche. ¿Podrías ir?

Así que Akane se puso su sudadera rosa y sus vaqueros negros, se calzó sus Reebok y salió a la calle.
Pasó por casa de Jaiden y timbró a su piso, 5ºA. Jaiden bajó envuelta en un blanco vestido de flores y unas botas camperas.
-¡Holis! ¿A dónde vamos hoy?-saludó Jaid, muy animada.

Fueron caminando al supermercado a diez minutos de la urbanización. Entraron en el recinto y cogieron uno de esos carros para hacer la compra. Mucha gente frecuentaba el lugar aquella mañana.

Comprando la muerte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora