tocarme

994 79 224
                                    

Rítmica. Armónica. Entretenida.
Electrónica y en otras pop.
Siempre cambiante.

Te hice bailar y te hice reír; te emborrachaste con mis palabras y te desahogaste en mis estribillos.

Descubriste conmigo lo mal acostumbrado que estabas a la música oscura, lenta y vulgar. A escuchar canciones que no te gustaban y seguir escuchándolas sin fin.

Te enseñé, aprendiendolo yo primero, cómo debía ser una buena sintonia para atraparte para siempre.

Y así conseguí ser tu mejor canción.

Aquel Renato de 11 años y medio se encontraba sentado en la mesada de la cocina, moviendo sus pies rítmicamente mientras sus piernas colgaban de la superficie. Su pelo largo caía por su frente a modo de flequillo y Valeria, su mamá, se lo acomodaba con sus dedos mientras sonreía hablando por teléfono.

-Sí, Guille, Renato está acá conmigo -dijo con el teléfono pegado al oído, apretando el cachete gordito de su hijo. -¿Lo qué? Ah, sí, no sé... Tato, amor, ¿querés saludar a los tíos? Están pagando caro el teléfono para llamar desde España hasta acá, dale, decí hola -pidió.

Renato se tapó la cara con las manos y negó con la cabeza, escondiéndose tras sus propias manos. Últimamente la vergüenza le ganaba y no quería hablar siquiera con sus "tíos favoritos", los que siempre que volvían a su país de origen por unos días le traían regalos y muchos besos.

Valeria rodo sus ojos, pero mantuvo su sonrisa. -Está tímido el chiquito, hermanito de mi alma, pero él los quiere mucho y los extraña a los dos, ¿verdad, mi vida? -medio afirmó medio preguntó, mirando a Renato quien rápidamente se destapó la cara y miró a su mamá con sus hoyuelos bien marcados.

-¡Sí, tío Rami y tío Guille, los extraño y los quiero mucho! ¡Vengan a visitarnos y si pueden me traen un regalo como la otra vez! -le gritó al celular y después se tapó la boca, provocando una risa en su madre y en los hombres del otro lado de la línea.

Su mamá habló unos momentos más con su hermano y, luego de despedirse, colgó. Renato la miró atento, como siempre hacía, analizando cada momento que efectuaba la mujer. Valeria estaba acostumbrada a esto: su hijo era tremendamente perspicaz, siempre observaba todo con sus enormes ojos marrones muy abiertos y su cabecita ladeada.

-Te voy a hacer la merienda, mi vida -dijo la mujer, dejando un casto beso en su frente cuando pasó para abrir la heladera. Luego de un lapso de tiempo, mientras calentaba la chocolatada, Valeria sonrió. -Los extraño mucho -dijo, su voz suave -, hace mucho tiempo no los veo. Casi un año ya -suspiró.

Renato mantuvo silencio por algunos momentos, procesando las palabras de su mamá. Desde que unos meses atrás su mamá se había separado de su papá, ella ya no estaba tan radiante como antes. Se la veía mejor, sí; pero Renato ya no la escuchaba cantar cuando hacía la comida y tampoco le contaba tres cuentos antes de irse a dormir, ahora solo le contaba dos y le besaba la frente, cansada.

Para Renato, la separación de sus papás había significado cambios. Por más que tenía 11 años ya, no entendía demasiado: simplemente comprendía que "papá y mamá ya no pueden estar juntos", y que papá ya no podía vivir más con ellos. Ya lo había y estaba aparentemente bien con eso.

-Tiempo -dijo Renato y ladeo su cabeza, repitiendo la palabra que recién había dicho su mamá y la miró atento. -Mami, ¿qué es el tiempo? -preguntó, de pronto curioso.

Valeria paró de hacer lo que estaba haciendo y puso sus manos en la mesada, mirando al frente por un momento antes de girarse sobre sí misma y caminar hasta su hijo. Posó sus manos ahora en las piernas colgando del menor, y le sonrió dulce mientras el niño parpadeaba.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jul 10, 2019 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

demasíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora