Gerberas.

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Había un suave aroma a café y miel rondando por el departamento, se removió entre las sábanas buscando el calor ajeno, pero se detuvo en la mitad de su búsqueda al notar al hombre relajadamente apoyado en el marco de la puerta con dos tazas en sus manos. Se veía resplandeciente a contraluz, casi irreal. 

Ellos aún tenían demasiado de qué hablar, no negará que el sexo había sido una catarsis fabulosa, pero eso no eliminaba la charla pendiente y obviamente el contrario sabía que tenían que enfrentar esos temas pendientes. 

–Las tostadas estarán en unos minutos... –Comunicó extendiendo la taza hacía las manos ajenas. –¿Cómo te sientes? ¿Algún dolor? –Sabía que JaeBeom había sido lo más gentil posible, a pesar de que le pidió que no lo fuera. 

–Para nada, estoy bien. –Mintió, su espalda baja lo estaba matando, pero no quería a un morocho sobreprotector ayudándolo el resto del día. Imaginó el molesto trato, pero le restó importancia. 

Saboreó la bebida y al tiempo que alejó la taza de sus labios, algo nuevo chocó contra estos, suave y sabía a miel. JaeBeom lo había besado, despacio y casi con timidez, separó la unión al instante y lo oyó decir algo que le erizó la piel, te amo. 

–¿A qué vino eso? –Sonrió sintiendo como su mano libre era atrapada por la contraria. 

–Has dicho que solo te dijera eso en la mañana mientras bebíamos té. Tú no tienes té, pero yo sí. –Jugó con sus dedos, entrelazándolos y soltándolos. –Lamento demasiado haberte dejado ir. –Acercó la piel pálida de la mano contrarias hasta sus labios y la besó. 

–Lamento haber dicho todo aquello, yo... En serio, lo siento. –Murmuró mordiendo su labio inferior, sintiendo como el alma se le escapaba en ese juego entre su mano y la de JaeBeom. –También te amo, demasiado. –Susurró besando la esquina izquierda de los labios del mayor. 

–¿Qué ocurrirá contigo y aquel hombre? 

–Bueno, nosotros tuvimos una charla antes de que tú vinieras y solo decidimos ser amigos. 

Continuaron hablando sobre cualquier tontería. Qué hicieron, qué no en esos meses, cuántas veces pensaron el uno en el otro, universidad, pinturas, flores.

JinYoung decidió, pasadas las diez de la mañana, que era hora de abandonar la cama e iniciar el día correctamente. Aunque las vacaciones estaban acercándose, debía finalizar algunos trabajos, no muy importantes según él. JaeBeom lo ayudó con el aseo del departamento mientras Park finalizaba la lectura de algunas cosas para la próxima semana, el pelinegro tomó asiento unos minutos, justo en la silla paralela al de gafas. Lo observó, lo analizó, cada parte, cada detalle, le encantaba y no podía negarlo.

  –¿Puedes dejar de verme? 

–No... –Sonrió, ahora dejando caer su cabeza sobre una de sus manos. –Te ves hermoso así.

–Por Dios, no digas esas cosas de la nada. –Gritó ocultándose tras su libro. –Eres lo peor. 

Pasaron la tarde de la misma manera. Almorzaron espagueti, solo porque JaeBeom tenía antojo. Terminaron viendo una película, una de la cual no supieron nada más que el título, pasaron la gran parte hablando y de vez en cuando besándose, JaeBeom decidió que ya era demasiado tarde y debía volver a su departamento. El más bajito no quería dejarlo ir, no quería que se fuera y tener que esperar al día siguiente para verlo en la florería, tampoco quería que el beso de despedida tuviera sabor a jalea de arándanos, JaeBeom había comido un sándwich y él odiaba esa jalea. 

–No quiero que te vayas. –Mencionó estirando el pliegue que se formaba en las mangas de su camiseta. –Me gustaría encerrarte en mi habitación para siempre.

Libro de flores [Bnior] (Adaptación) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora