Nuestra preciada flor.

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El verano se acerca y el aire cálido que se cuela por su ventana se lo confirma, se voltea entre las sabanas color pastel y estira sus piernas chocando con un cuerpo ajeno. Se ríe por la respuesta a su acción, un quejido bajito, pero no lo suficiente como para pasar desapercibido por el castaño. Han dormido con la ventana abierta, aun no hace demasiado calor como para encerrarse y encender el aire acondicionado, así que se dan el lujo de sentir ese aire veraniego por las noches. Además, adora ver al mayor dormir solo con ropa interior, no puede negarlo. Son aproximadamente las 7 de la mañana y se ha despertado por la luz que le golpea molestamente en la cara, intenta esconder su rostro en la almohada, pero ya está despabilado y no puede volver a dormir.

Toca el suelo con los pies descalzos y camina hasta dar con el pasillo que lo lleva directo al baño, hay dos cepillos dentro de un vaso bicolor y se encarga de cargar con pasta para dientes uno de ellos. Se analiza en el espejo, como lo hace todas las mañanas, ha cambiado demasiado. Dejó crecer su cabello, quizá para ocultar la cara de niño, creyó que así las personas dejarían de remarcar la diferencia de edad entre JaeBeom y él. Hizo gárgaras y finalizó lavándose el rostro, no se molestó en arreglarse el cabello, no saldría a ninguna parte. Bajó a la cocina y encendió la cafetera, seguramente JaeBeom bajaría en unos minutos. 

Sin duda alguna esa vida era la que siempre había soñado, tenía un trabajo estable en una editorial bastante reconocida y JaeBeom había podido abrir su propia florería en el centro de la hermosa ciudad de Nueva York. Gracias a sus padres el negocio había prosperado, HyunWon se encargaba de recomendar el trabajo de su yerno con todos los empresarios que conocía, JinYoung le daba una mano y hasta habían contratado personal para los servicios en bodas u otros eventos. Los sábados por la mañana el pelinegro dictaba clases de pintura en el pequeño centro de vecinos del lugar. Desde el inicio habían pasado siete largos años, lograron muchas cosas, cuatro años de casados y todo lucia aun como un sueño. La vida de Park JinYoung había sido todo lo que siempre quiso, una bonita casa, un jardín repleto de flores de todo tipo y alguien que lo ama incondicionalmente. No es que no estuviera agradecido, él estaba más que eso, sus padres aceptaron su relación y hasta lo ayudaron con la boda, no podía pedir más. No podía. 

–Buenos días, dormilón. –Se volteó al oír los pasos soñolientos de su esposo. –Creí que dormirías toda la mañana. 

–Lo habría hecho de no ser por la patada de alguien en mi espalda. –Bufó y acto seguido estampó un beso sobre la frente del castaño. –Está haciendo bastante calor para ser tan temprano. 

–Quizá sea porque tu sexy esposo está en la habitación. –Bromeó sintiendo como el mayor lo aprisionaba contra la mesa de madera, esa en la que normalmente cenaban y almorzaban, después de todo eran solo ellos dos. –¿Quieres hacer algo en especial hoy? 

–Es domingo, podríamos ir a visitar a tus padres. –JinYoung hizo un gesto de desagrado. –O ir por helado. –Ahora el gesto había cambiado por una pequeña sonrisa.

–Como una cita, así como si fuéramos adolescentes. 

–Si quieres... 

–Sí, quiero. –Besó la punta de la nariz del azabache y se escapó del agarre ajeno. –¿Quieres almorzar en el jardín hoy? Deberíamos buscar un poco de sombra para esas rosas, ¿No crees? 

La cocina daba la vista a un enorme jardín, podría decirse que el jardín era un poco más grande que la casa en general, ellos así lo decidieron. JinYoung miraba atentamente el lugar, ¿Cómo sería repleto de niños? Algunos jugando en aquella pequeña fuente, otros explorando entre los arboles del fondo y una niña cortando margaritas para él. Eso era, desde joven, JinYoung había querido tener una casa repleta de niños, unos, dos, tres, cuatro o quizá cinco. Todos los que pudiera, llorones, mimosos, gracioso o quisquillosos, como fueran él los amaría. 

Libro de flores [Bnior] (Adaptación) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora