Corazón

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El motor de la moto resonaba por el extenso campo.

— ¿Sabías que el Edmontosaurio puede llegar a tener hileras de más de mil dientes? — comentó Viktor mirando un par de ejemplares a la lejanía.

Yuuri, quien había estado escuchando datos científicos desde que se subieron a la moto, rió ligeramente. Viktor no había parado de serle fiel a su carrera, contándole un montón de cosas sobre los dinosaurios.

— ¿De qué te ríes? — regañó el ruso mirándolo. Yuuri rió un poco más fuerte.

— Eres todo un cerebrito — carcajeó. Viktor aspiró ofendido.

— ¿Qué quieres decir? — inconscientemente el chico infló sus mejillas.

— No has parado de hablar sobre los dinosaurios — Viktor se mordió el interior de la mejilla.

— Bien, no hablaré má-

— No es eso — interrumpió sin quitar la sonrisa de su cara — Es lindo, supongo...

Repentinamente, la cara de Viktor se tornó tan roja como una cereza recién pulida. Antes de poder reclamarle a Yuuri su comentario, la moto se detuvo en seco, causándole un sobresalto al científico.

El ruso se quedó observando un par de segundos a Yuuri, esperando algún comentario de su parte, sin embargo, el nipón se quedó estático como piedra mirando hacia el frente. Viktor imitó sus acciones y su reacción fue la misma.

El labio de Viktor comenzó a temblar horrorizado por la escena que tenía a sus pies.

Yuuri bajó la mirada y apagó la moto. Sin decir nada, bajó del vehículo, con su mirada perdida en el extenso campo verde repleto de cadáveres de Diplodocus muertos. Largos cuellos yacían desplomados en el suelo tal cual plumas sin vida alguna.

Viktor descendió también y se unió al chico.

Antes de que el ruso pudiera soltar alguna palabra, un alarido sonó a un par de metros. Yuuri giró su cabeza, encontrándose con un dinosaurio tumbado, chillando del dolor y jadeando por el mismo.

Viktor no dudó en correr hacia el animal. Yuuri lo siguió.

— Oh, pequeña... — murmuró el ruso agachándose cerca de su cabeza. Con delicadeza, le pidió permiso al dinosaurio para tocarlo, este se lo concedió parpadeando lentamente — Qué es lo que te han hecho...

Yuuri apretó los puños mientras miraba la escena.

Otro aullido de dolor sonó, partiéndole el corazón a ambos.

Shhhh... Ya está, ya está — repetía en susurros el científico, acariciando el gran cráneo con compasión. — Todo saldrá bien... Tranquila...

Una gran gota se formó en el lagrimal del Diplodocus. Las caricias de Viktor lograron tranquilizar al dinosaurio, dejándolo finalmente respirar más tranquilamente en sus brazos. La lágrima se deslizó cuando el animal levantó su mirada hacia el hombre, tratando de levantarse, pero no pudo sostener el peso de su cabeza por mucho tiempo.

Terminó por caer rendida contra el pasto, dando un último respiro.

Viktor se mordió el labio y negó con la cabeza. Sintió como sus ojos se humedecían ligeramente. El hombre era capaz de crear cosas tan bellas y tan horribles al mismo tiempo. Se limpió bruscamente las lágrimas.

—Viktor... — llamó Yuuri a un par de metros de él.

—¿Sí? — respondió con la voz quebrada.

—Ven a ver esto...

El científico, un poco alarmado, se levantó y caminó hasta el japonés, revelando aún más cadáveres. Viktor llevó una mano a su boca.

Fangs to the HeartDonde viven las historias. Descúbrelo ahora