Parte 1

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-Estate quieto de una vez, vete a tu casa. ¿No tienes que estudiar?

-Venga Rob, hazme caso.

-Bájate de mí, no me llames Rob, estoy trabajando, lárgate.

-No quiero, habla conmigo un rato.

-Mierda, Rayco. Ya no eres un niño. Tienes dieciocho años y estás en la Universidad, deja estos juegos. Búscate una novia y la molestas a ella.

-Rob, que cruel eres, ¿cómo puedes decirme cosas tan feas? -El pequeño niño sigue sentado sobre mí y me abraza con más fuerza mientras hace pucheros con su dulce boca como si fuera a llorar. Es demasiado adorable, estoy seguro de que lo sabe, por eso me pone tantas caritas lindas.

-Vale, perdona. ¿Qué quieres que hagamos?

- ¿Me llevas a comer un helado?

-De acuerdo. Pero será en una hora. Tengo que acabar esto, en unos días tendré que entregarlo a mi cliente y no acabaré a tiempo.

-Vale te espero, pero no me pienso bajar, estoy muy cómodo.

Tengo el pequeño cuerpo rodeando el mío, no sé cómo puede sentirse cómodo, yo sentado en mi silla de oficinista, que aunque es ancha debe ser incómodo con sus piernas rodeando mi cuerpo, sentado sobre mis piernas y apoyado contra mi pecho mientras sus pequeños brazos me rodean. Estoy trabajando en mi ordenador, con su pequeño y caliente cuerpo pegado.

Es vecino mío desde hace dos años, sus padres viajan mucho por trabajo y a los meses de estar aquí viviendo y ver que su hijo se llevaba muy bien conmigo y que yo trabajo desde casa, ya que soy una especie de analista informático y autónomo, pues me pidieron si podía echar un ojo a su hijo y cuidarlo cuando ellos no están.

Finalmente, casi parece que vive conmigo, todo su tiempo libre está en mi casa y muchas veces hasta duerme aquí y hace sus comidas en mi casa, sus padres pasan cada vez menos tiempo en la ciudad y desde que empezó la Universidad ya pudieron aceptar trabajos al extranjero por meses.

Cuando lo conocí, hacía poco que me había dejado mi novia. Estaba muy triste y deprimido, con veintinueve años y otra vez soltero. Teniendo en cuenta que soy extremadamente antisocial. Por eso me gusta mi trabajo y soy muy bueno, lo hago solo, con lo cual los clientes me buscan y no tengo que relacionarme con nadie, todo es a través del ordenador. Tengo pocos amigos y en esos momentos casi ni nos veíamos.

Así que cuando ese pequeño niño irrumpió en mi vida, sacudió y alejo la tristeza en la que me encontraba. Hace lo que quiere, es algo caprichoso, se mete y rebusca en mis cosas como si fueran suyas, se pone mi ropa y usa mis cosas sin pedir permiso. Poco tiempo después me tocaba, abrazaba y daba besos hasta llegar al ahora en el que parece que mi cuerpo le pertenece de la misma manera que el suyo. Siempre jugando y molestándome. Pero no me enfada, es imposible para mí enfadarme con este pequeño niño tan adorable. Mide apenas uno sesenta y siete, pesa unos cincuenta y seis kilos. Su suave cabello pelirrojo, adorables ojitos verde de cachorro, su naricita llena de pecas, sus pequeños labios jugosos y sonrosados que siempre ponen morritos. Es muy lindo y casi no ha cambiado en los dos años que han pasado, su cara suave y clara, tan pequeña.

Yo sin embargo soy muy grande, comparado con él. Tengo el pelo oscuro, los ojos tirando a negros, mi piel también es bastante más oscura que la de él. Mido uno ochenta y nueve. Mi cuerpo es grande y duro, suelo ir al gimnasio y me lo curro bastante, es que trabajo muchas horas frente al ordenador y encerrado en casa. Mi cara siempre tiene un gesto huraño. Mi ex me dejo, porque parecía demasiado peligroso. A la gente le cuesta hablarme por mi aspecto, ella decía que parecía dispuesto a romperle a cualquiera la cabeza por solo saludarme. También se aburría mucho conmigo y mil cosas más de las que me acuso antes de dejarme.

Que pesado eresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora