Parte 2

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-Buenas noches.

- ¿Quién eres y por qué llamas a estas horas?

-Disculpe, soy Nacho, compañero de Rayco, está muy borracho. ¿Puede recogerle? me dijo que le llamara a usted.

- ¿Dónde están? Ya voy.

Mierda son las cuatro de la madrugada. Este niño hace lo que le da la gana y hace que le vaya a buscar preocupado. Es un niño mimado y debería castigarlo, pero cuando lo veo me parece tan adorable que al final le perdono todo. Conduzco por la ciudad, no hay casi coches y llego rápidamente al bar donde está con sus amigos. Tras aparcar entro y veo una gran mesa llena de chicos y chicas estudiantes, beben, ríen, coquetean. Vamos lo normal en un grupo de amigos.

Mi pequeño niño está en un lado, recostado sobre la mesa, me acercó a él y un chico que está sentado a su lado y que parece medio cuidarlo preocupado, me mira cuando siente mi presencia.

- ¿Es usted Roberto? -Me pregunta un poco asustado por mi aspecto.

-Sí, buenas noches. ¿Cómo está?

-Ahora está algo dormido, estaba mareado y dice que se sentía mal. Me obligó a llamarle. Disculpe.

-No te preocupes, estoy acostumbrado a cuidarlo. Me lo llevo. Sigue disfrutando de la noche.

Le alzo en brazos, realmente no pesa nada. Su pequeño cuerpo se mueve y acomoda en mis brazos, su cabeza descansa en mi cuello y me abraza mientras suelta un suspiro que apesta a alcohol, ha bebido mucho.

Me lo llevo al coche, tras abrochar su cinturón de seguridad y asegurarme que este bien, conduzco hasta nuestra casa. Aparco y lo vuelvo a tomar entre mis brazos. Subimos en el ascensor mientras se pega más a mí, buscando mi calor, sus manos se notan frías.

-Rayco, despierta. ¿Estás bien? toma una ducha, bebiste mucho.

-Rob, quita quiero dormir, déjame.

-Estás muy sudado y apestas a alcohol, dúchate, te sentirás mejor, entrarás en calor ya verás.

-Rob, estoy cansado, si quieres puedes ocuparte tú de mi aseo. Yo solo quiero dormir.

Con un suspiro le recuesto en mi cama y voy al baño. Lleno la bañera con agua templada, le preparo las toallas y regreso al dormitorio, el pequeño está hecho una bolita y duerme tranquilamente. Le quito toda la ropa y le llevo a la bañera donde le recuesto. Sus ojos se abren y me mira molesto.

-Te estás tomando muchas libertades. Tenlo en cuenta, yo haré lo mismo. -Sus ojos me miran y como ve que no me muevo se molesta. - ¿No vas a limpiarme? solo estoy en remojo, haz lo que ibas a hacer. -Su voz es muy severa.

-Estás despierto, lávate tú.

-Tú eres quien me metió aquí. Así que es tu trabajo.

Mierda de niño, es una mascota muy exigente, sé que si me voy va a estar varios días molesto y portándose especialmente mal. Tomo el jabón y comienzo a lavar su cuerpo, sus ojos no pierden de vista mis manos, me va diciendo donde quiere que le lave y como, tan terriblemente exigente.

Le lavo el pelo y tras estar satisfecho de su limpieza me deja sacarle de la bañera, le envuelvo en la toalla y lo llevo en brazos a mi cama, donde procedo a secarle y le dejo un momento recostado para ir a recoger el baño. Cuando regreso está acostado y tapado, lleva una de mis camisetas favoritas puesta, le queda enorme pero ya está profundamente dormido. Me acuesto a su lado. Son cerca de las seis de la mañana, este niño malcriado. Pienso mal de él mientras le miro.

En eso se gira y con un suspiro busca calor entre mis brazos. Una vez satisfecho con su postura se queda quieto y duerme profundamente. Yo sonrío quedamente y me duermo con su pequeño cuerpo pegado al mío.



-¡¡¡Ahhhh!!! eres un niño muy malo. ¿Por qué me muerdes?

-Despierta tengo hambre.

-¿No sabes despertarme de otra manera? -Le gruño, mientras me acaricio el pectoral donde me mordió, seguro que tengo otra marca.

-Vale, otro día te despertaré de otra forma, a ver si te gusta más. ¿Me alimentas?

-¿No deberías ser más amable conmigo? Hiciste que me despertara a las cuatro para ir a recogerte borracho.

-Dijiste que recurriera a ti si te necesitaba. Eso hice.

Saltó sobre mí para que le cargue y le dejo en la mesa de la cocina, donde siempre se sienta a verme cocinar. Voy un momento al baño y cuando regreso me sonríe feliz.

- ¿Qué me vas a dar de comer?

-Pescado al horno y ensalada.

-Ok.

Mientras preparo el almuerzo él me habla de la gente con la que salió a beber, mientras el pescado termina de hacerse en el horno y ya teniendo lista la ensalada me siento en la silla frente al niño mientras le escucho y me río de lo que cuenta. Mis ojos se posan sin querer en sus labios. Me hacen recordar aquel beso de hace más de un mes. Al día siguiente y así a partir de aquello, él siguió comportándose como si nada hubiera pasado, yo aún lo recuerdo perfectamente.

Bajo la vista para dejar de mirar sus labios, él mueve sus piernas para acomodarse y mis ojos ven algo que no debería, ni esperaba. Mierda no lleva calzoncillos, está completamente desnudo bajo la camiseta. Le queda larga, por encima de las rodillas estando de pie. Pero sentado sobre la mesa se le sube haciendo que vea todo de él.

-Rob ¿qué te pasa? te has puesto colorado.

-No llevas calzoncillos ni nada de nada.

-Ya lo sé.

- ¿No te da vergüenza? No debería ir así, despelotado. Se te ve todo.

-Venga relájate, no encontré ropa interior limpia mía, creo que está toda en mi casa.

-Eso no es excusa.

-La tuya me queda muy grande, además ¿qué importa? tú ya lo has visto todo. Anoche mismo me desnudaste, lavaste y secaste.

-Eso no tiene nada que ver para que andes medio desnudo por mi casa.

-Pues no lo entiendo.

-Rayco me estás haciendo enfadar.

Sus ojos se ponen tristes y salta sobre mí, se sienta sobre mis rodillas mientras me abraza y me da besos por toda la cara.

-No te enfades conmigo, no me gusta. Dame mimos ¿sí? ¿verdad qué no te enfadas? ¿verdad qué me sigues queriendo? -Cómo seguir enfadado con mi mascota tan linda y amorosa.

-Vale, no me enfado. Levanta vamos a comer.

-Pero yo quiero comer sentado sobre ti, eres más cómodo que la fría y dura silla.

Con un suspiro y con ganas de seguir tranquilo comemos como él desea. Feliz y juguetón como es, no deja de abrazarme y darme besos, su cuerpo se mueve sobre mis piernas sin estar quieto. Me deja molido. Le levanto y lo vuelvo a sentar en un lado de la mesa, mientras recojo y ordeno las cosas no para de bostezar. Cuando finalizo estira los brazos y me pide que vayamos a la cama.

-Duerme una pequeña siesta conmigo, también debes tener sueño. Acuéstate y abrázame.

Me quedo dormido mientras él busca su postura contra mi cuerpo.

Continúa>>>

Que pesado eresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora