Parte 1

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"Tú nunca entenderás lo que te quiero

porque duermes en mí y estás dormido.

Yo te oculto llorando, perseguido

por una voz de penetrante acero.

Federico García Lorca, El amor duerme en el pecho del poeta.

.

La lluvia golpeaba con fuerza los cristales empañados. El intenso frío que reinaba en el exterior atravesaba las paredes, invadiendo la extensa biblioteca. Podía sentir cómo mis dedos se congelaban mientras pasaban cuidadosamente las páginas del libro que sostenía.

La biblioteca se había convertido en mi lugar favorito durante el tiempo que llevaba viviendo en aquella casa. Disfrutaba perderme entre las estanterías repletas de libros y buscar la forma de satisfacer mis ansias de conocimiento y mi curiosidad. Sabía que si me encontraban allí con un libro entre las manos, sin limpiar como se me había ordenado, sería castigado con severidad. A pesar de ello, no podía evitar el impulso de intentar esclarecer mis dudas con ayuda de aquellas fuentes inagotables de pensamiento.

Llorar... Lágrimas... ¿Qué significaba todo eso?

Totalmente perdido en mis cavilaciones, me quedé observando cómo las incesantes gotas de lluvia se estrellaban contra el cristal, formulándome miles de preguntas que mi mente aún no sería capaz de responder.

.

Transcurría el año 2850, época en la que el intelecto humano había logrado alcanzar un nivel de desarrollo y progreso nunca antes imaginado en la historia. Se obtuvieron grandes logros en todas las ciencias, como la parcial erradicación de las enfermedades y nuevas fuentes de energía. Pero el mayor y más significativo avance fue la creación de los hubots; androides fabricados con el único fin de servir y satisfacer los deseos de sus amos, los humanos. Yo era uno de ellos, nacido en el límite que separaba la vida de lo artificial, una máquina con una batería a modo de corazón. Un robot con forma humana, inferior y sin derecho ni capacidad para pensar.

Cuando me conectó sentí un ligero hormigueo recorrer mi espalda, que envió impulsos eléctricos a cada rincón de mi cuerpo. Mis mecanismos reaccionaron y abrí los ojos lentamente, parpadeando hasta que la vista se acostumbró a la intensa luz.

Y entonces le vi. Mis peculiares ojos aguamarina se encontraron con los suyos, rasgados y oscuros. Me observaba con detenimiento, analizándome mientras mantenía una expresión de aparente molestia en su rostro.

Me quedé quieto, aprovechando el momento para examinarle. Era unos diez centímetros más bajo que yo, y su nívea piel contrastaba con su cabello azabache, levemente rapado en la nuca. Su mirada atrajo mi atención como un potente imán, y cuando volví a encontrarme con sus ojos me di cuenta de que no había dejado de mirarme. Permanecimos así unos minutos que para mí fueron una eternidad, hasta que una mueca parecida a una sonrisa se dibujó en sus labios y un destello cruzó sus ojos, como una estrella fugaz surcando el cielo nocturno.

Habían pasado seis meses desde entonces, tiempo en el que pude conocerle mejor. El amo Levi tenía una extraña obsesión por mantenerlo todo en perfecto orden e impecable. Era muy estricto, pero a pesar de eso nunca me trató como si fuera una simple máquina, cuya única finalidad era servir y ser fiel a la humanidad.

Me crearon como uno más de una línea de prototipos con nuevas incorporaciones técnicas, con el fin de dotar a los hubots de nuevos sentidos además de la vista y el oído. Nuestra piel poseía unos sensores que nos permitían sentir lo que tocábamos, algo similar al tacto, y también teníamos sensores capaces de distinguir sabores. Sin embargo, yo era diferente.

OLD El sabor de tus lágrimas 「SnK - Riren」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora