1. LAS CARTAS

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El despertador suena y yo suelto un gruñido en respuesta. Odio que la canción que suena cada mañana sea Chandelier de Sia porque la canción es espectacular, si, pero si la oyes cada mañana la acabas odiando! Así que supongo que lo que odio es la repetición o el hecho de tener que despertarme, aunque no puedo hacer nada realmente, ya que es la única canción que me despierta con un humor aceptable. Problemas del primer mundo.

Por costumbre, canto el estribillo con toda la potencia de mis pulmones y mamá me grita desde abajo que me calle.

¡No hay respeto por el verdadero talento en esta casa!

Me levanto de la cama y sin querer (y por desgracia) aprieto el botón de emergencia por si no me quiero levantar o si hay un incendio en mi habitación, y me cae un chorro de agua encima. Perfecto.

¿En qué momento le permití a mamá hacer obras en mi habitación?

Yo tampoco me acuerdo.

Como el agua en grandes cantidades me da ganas de evacuar por la parte de delante, corro al baño y evacúo. Me desvisto, entro a la ducha y me pongo a cantar porque yo soy así.

Por cierto, me llamo Thomas, o Tom, o incluso Tommy si me pillas con un buen día, cosa que es muy rara. He mentido, nadie me llama Tommy. Tengo diez años y vivo en Londres, pero no soy inglés, soy estadounidense, aunque con el paso de los años mi acento ha cambiado un poco, pero no mucho gracias a la luna, porque no hay quien entienda a los ingleses. Bueno, a lo que iba:

Salgo del baño ya vestido con el uniforme del colegio, que es marrón y azul (cosa que no pega demasiado, pero hay que aguantarse porque me hace un buen culo), y bajo las escaleras para desayunar.

Me encuentro a mi madre sentada en una silla con una tostada pegada en la mejilla, claramente aún dormida.

–Buenos días, mamá. –le digo intentando despertarla.

No lo hace.

–¡Mamá, despierta!

Sigue sin hacerlo. Bueno, yo lo he intentado. Ahora hay que tomar medidas drásticas.

–Qué me pongo a cantar, eh... –le advierto.

–¡Estoy despierta! –dice saltando de la silla.

–Eso pensaba. Hola, tienes una tostada pegada en la mejilla.

Hay que ser directo y sincero. La sinceridad por delante.

Me mira con los ojos entrecerrados y después se pone la mano en la frente.

–La mejilla está un poco más abajo.

Baja la mano un poco y pone su mano en la mejilla contraria a donde está la tostada.

–Tu otra mejilla.

Cansada del tema de la tostada, se levanta y camina hacia el espejo del comedor para mirarse en el. Pone una cara de susto y luego sonríe.

–Es un nuevo tratamiento de belleza. Tom, ¿no lo has visto por la tele? –dice intentando desenganchar la tostada.

Ha ido a donde duele.

–Te recuerdo que me prohíbes ver la tele desde hace un mes tan solo porque te pareció que el programa para niños que estaba viendo, no era apto para niños porque el presentador siempre tenía una copa vacía en la mano y tu te pensabas que se la había bebido.

–Ya bueno, es que no sé que tipo de mensaje es ese. Imagínate que lo hubiese visto Rosko, ya se habría escapado de casa y pertenecería a una de esas bandas que tan sólo admiten a perros bajitos. ¡Sería un criminal! –me responde escandalizada (aun con la tostada en la mejilla).

magical shitDonde viven las historias. Descúbrelo ahora