2. REVELACIONES Y VEJETES QUE BAILAN

7 0 0
                                    

***

Me despierto del sueño que estaba teniendo debido a que la clase se ha terminado y Miss Summer nos ha pillado a los dos en el suelo del pasillo...durmiendo.

¿Por qué estamos en el suelo?

Mark está abrazado a mis piernas y no las suelta.

¿Y por que tengo los pantalones mojados?

–¡Mark! ¡Despierta, baboso!

–¡ESPAGUETIS CON MERMELADA, NOS ATACAN! –grita mientras se despierta–. ¡AHHH, UNA MOMIA! –añade al ver a Miss Summer.

Miss Summer le mira indignada.

–¿¡Como que momia!? ¿Ves alguna arruga en mi cara? ¡No! El botox hace su trabajo, así que explícame cómo puedes soñar con cosas tan raras e irreales.

–No lo se, tan solo se me ocurren. –dice aun abrazado a mis piernas.

–Lo siento, Miss Summer, ya sabe que Mark está un poco loco.

–Si, lo se, everybody knows. Y no es el único.

¿Me acaba de llamar loco? Pues parece que sí.

–I'm going to call your parents to pick you up. I have enough with having my period, I can't handle two kids that are crazier than me on a normal day.

–Miss Summer, my parents aren't in casa. ––le dice Mark.

–Whatever, llamaré a su madre y que se encargue.

Miss Summer es tan divertida.

–¡A por vuestras cosas!

Entramos a la clase bajo la atenta mirada de la profe y también la de algunos que se han despertado debido al grito de Mark. La verdad es que tiene un buen par de pulmones, creo que viene de familia, porque cuando su madre bebe una bebida rara, se pone a cantar un canción que va de cerdos voladores.

Empiezo a recoger mis cosas y por costumbre, miro a la ventana, el gato sigue ahí. Creo que se está riendo o algo, ni idea. ¿Cómo puedes saber si un gato se está riendo? Con un perro es más fácil porque siempre tienen la boca abierta, o casi siempre.

En recepción nos está esperando mi madre con cara de enfadada y los brazos cruzados.

–Hola Helen, perdona por sacarte del trabajo. –le dice Miss. Summer.

Mamá le mira como si no supiese de lo que está hablando.

–Oh si, el trabajo, claro, me has sacado del trabajo, un trabajo muy...¿trabajante? –dice mientras se cierra la chaqueta para que no se le vea la camiseta de pijama.

–Bueno, os dejo que tengo que volver al infierno, digo a clase.


***


Cuando ya estamos en el coche, mamá suelta el aire que estaba conteniendo.

–Y el óscar a la mejor actriz va...¡a mi! ¿Habéis visto cómo he hecho de madre enfadada? He practicado la cara cuando venía, y lo de los brazos lo he improvisado. ¿He estado bien verdad? ¿Vamos a desayunar algo? ¿Qué tal Mark?

–Bien tía Helen, ¿y tu?

–Bueno, con sueño, pero voy haciendo. ¿Tenéis hambre?

–La verdad es que no mucha mamá, nosotros desayunamos a la misma hora que las personas normales. –le respondo yo.

–Bueno, pues os dejo en casa y voy yo, tengo que ir a comprar igualmente.

–¿Puedes comprar chocolate? –le pido yo.

–Claro que si. ¿Mark, cuánto tiempo se van tus padres esta vez?

–Creo que una semana, se van a Italia.

–Ok, pues os toca hacer a vosotros la comida, lo que queráis, pero mejor si hacéis pizza. Haced pizza y ya está.

–¡Okey!

***


Mamá nos deja en casa y se va a comprar (aún en pijama).

Nada más entrar, Mark se tumba en el sofá, y se lo que eso significa: tengo que hacer yo la comida.

Me cambio de ropa y me pongo un delantal.

Saco los ingredientes y busco en google como se hace una pizza.

–¿Quieres que te ayude? –oigo desde atrás después de unos diez minutos.

–Todo un detalle de tu parte. No destroces nada y quítate esa ropa que si no se va a manchar.

–Eres un mandón.

–Uno de los dos tiene que serlo a veces. –le digo mientras me giro para verle la cara.

Observo la situación, sorprendido por la idiotez de mi amigo, aunque ya debería estar acostumbrado.

–Mark, cuando te he dicho que te quites esa ropa, me refería a que te la cambiases por otra que se pueda manchar, no que te desnudases.

–Pues tienes que ser más específico, además, ¿qué más da? –me dice sonriendo–. Así no mancho ni mi ropa ni la tuya.

Me saco el delantal y se lo ofrezco.

–Toma, ponte esto, así te tapas un poco.

–Pero esto no me tapa mi espalda bajera.

–Bueno, has sido tú el que ha decidido quitarse los calzoncillos. –le digo mientras paso por su lado.

–¿Me lo atas?

–Cien veces no.

–¡Okey!

–Ahora ayúdame con esto. –digo pasándole el pote de tomate.

–Vale, mandón.

Mark coge el pote de tomate y con una cuchara empieza a esparcirlo por la masa que me ha costado mucho poner en el microondas (no se como funciona el horno), pero como es un manazas, lo esparce mal y me salpica en la cara.

magical shitDonde viven las historias. Descúbrelo ahora