3. EL CALLEJÓN DIAGON

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***

Una calle abarrotada de gente de todos los colores, vestida en túnicas aún más coloridas, es lo primero que captan mis ojos al finalizar la aparición.

Me pongo al lado de Mark y le doy la mano para que no se pierda. Aunque si me pierdo yo, estamos perdidos.

–Quedaros muy cerca de mi –advierte el viejo que se hace llamar Dumbledore mientras yo me río de mi propio chiste–. Primero iremos a Gringotts, el banco de los magos, para crearos una cuenta y sacar dinero. Luego de Gringotts, ya veremos...

Empezamos a caminar hacia un edificio al final de la calle, que parece un pelín tuerto.

Entramos al edificio y vemos a muchos bichos pequeños caminando de un lado para otro, hablando entre ellos y bebiendo café.

–Buenos días, nos gustaría abrir una cuenta. –le dice Dumbledore a un bicho que está sentado detrás de un escritorio, apuntando algo.

–¿A nombre de quien?

–Mark Wilson y Thomas Myss.

El bicho alza la mirada al oír nuestros nombres y se encuentra con la de Dumbledore.

–Profesor Dumbledore, un placer tenerle de nuevo –dice levantándose para darle la mano–. Griphook, lleva al profesor Dumbledore y a los niños Wilson y Myss con la goblin Björk.

–Señores, síganme. –dice el supuesto Griphook.

Caminamos por un pasillo lleno de puertas y paramos en una en la que pone: Jefa de Cuentas.

–Profesor Dumbledore, un gusto verle de nuevo. Siéntense, por favor. –dice la bicha señalando unas sillas delante de su escritorio.

Menos mal, ya me estaba cansando de estar de pie.

–Venimos para abrir una cuenta para estos dos jóvenes.

–¿Albus, son estos los hijos de...?

–En efecto, por eso te quería pedir un poco de discreción.

–Sin problema, Gringotts sabe mantener la boca cerrada. ¿Tenéis los papeles de ingresos?

–Ah sí, aquí.

De su bolsillo saca un papel doblado y se lo entrega a la señora. Ella lo desdobla y abre los ojos de forma exorbitante.

–¡¿100.000 galeones?! ¿Están seguros de esto?

–Si, como puedes ver, las cuatro firmas están ahí.

–De acuerdo, aunque tan solo puedo poner la cuenta a un nombre, no a dos.

–¿El nombre de quien quieres poner? –me pregunta Mark.

–¿Quieres que usemos el tuyo? Es más bonito que el mío.

–No, mejor ponemos el tuyo, Tom rima con Pom.

–¿Y eso que tiene que ver? Mark rima con dark, o spark.

–Pero Myss rima con kiss.

–¿Y es necesario que sea el nombre de uno de los dos? –le pregunta Dumbledore a la bicha.

–La verdad es que no, ni siquiera es necesario que sea nombre de persona. Mucha gente pone los nombres de sus mascotas, o nombres clave.

–Bueno, pues Rosko Wilson II. –dice Mark

–No, mejor Mila Myss IIII.

–Pero Rosko rima con cosco.

–Y Mila rima con tila.

–Yo necesitaré una tila de whisky después de esto. –dice Dumbledore.

–¿Y si juntáis dos nombres? –dice la bicha, harta de nuestra discusión.

–¡Que buena idea! Rosko y Mila, ¡Roskila!

–Wilson y Myss, ¡Wiss!

–¿Decisión final? –pregunta la bicha.

–¡Roskila Wiss!

–Vale, ahora la seguridad. ¿Cómo queréis asegurar vuestra cuenta, con contraseña, con llave, identificación de huella, o de sangre?

–¡Sangre no! –grito yo.

–Somos alérgicos a la sangre –explica Mark–. A ver, llave no porque la perderemos, la contraseña la olvidaremos, así que la única opción es lo de la huella.

–Perfecto.

La mujercilla saca una bandeja de metal con un líquido dentro y nos dice que metamos las manos.

Cuando meto las manos, no noto nada, es como si el líquido se apartara cada vez que voy a tocarlo. Esperamos unos segundos y luego las sacamos.

–De acuerdo, pues ya está. ¿Algo más?

–Si, queríamos sacar algo de dinero para las compras escolares.

–Si, claro –dice la bicha–. Griphook, saca 200 galeones de la cuenta Roskila Wiss y repártelo en dos bolsas.

–En seguida, señora.

Griphook se va y la señorita nos explica que las bolsas tienen propiedades mágicas. Nos dice que tan solo tienes que decirle la cantidad de dinero que quieres sacar y la bolsa te lo da.

Griphook vuelve con dos bolsas marrones y las deja en la mesa.

Mark coge una y yo cojo la otra y nos sorprendemos al notar que no pasan casi nada.

–Es el encantamiento "peso pluma". –nos explica el duende.

–Bueno, hay que irse, que aún tenemos que comprarlo todo. ––nos apura Dumbledore.

–Adiós, y que tengan un buen día. –se despide la bicha.

Salimos del banco y Dumbledore nos dice que el se encarga de todo y que nosotros vayamos a tomarnos medidas para las túnicas del colegio. Nos indica dónde está Madame Malkin's y se va.

Entramos a la tienda y vemos que hay dos niños hablando, uno es rubio y el otro tiene el pelo negro.

–¿Hogwarts queridos? –nos pregunta una señora que ha aparecido de la nada.

–¡Ahhh! –grita Mark–. Que susto, por Rupaul.

–Mark, cállate. Si, Hogwarts, y perdone usted a mi amigo, es un lelo.

La señora nos mira raro y los niños esos también.

Nos dirige a otra parte de la tienda y ahí nos toma medidas con su varita.

–Sois casi iguales –dice la señora comparando nuestras medidas.

Eso es malo, ahora Mark usará mis túnicas cuando pierda las suyas.

–¿Cuántas túnicas queréis? ¿2? ¿3? –sugiere ella.

–15. Cinco para mi y diez para él, acostumbramos a perder las cosas. –le explico para que entienda nuestra situación.

Nos mira con una cara aún más rara pero no dice nada y se va a la trastienda.

Al cabo de unos minutos, vuelve con una bolsa pequeña en la que supongo que están las 15 túnicas.

–Aquí tenéis, serán 15 galeones.

Sacamos el dinero de nuestras bolsas y se lo entregamos a la señora.

–Que tengáis un buen día, y no perdáis las túnicas. –nos dice al ver que ya nos vamos.

Salimos de la tienda y nos encontramos con el profesor Dumbledore, que está cargado de libros, lleva dos calderos de pociones como sombrero e intenta que no se le caigan nuestras balanzas de los bolsillos.

–Chicos, ¿y si compramos un baúl antes de seguir?

Asentimos y le ayudamos a cargar los libros de camino a una tienda que expone baúles en la entrada.

Entramos a la tienda, y el profesor Dumbledore ordena lo que quiere como si estuviésemos en un bar y los baúles fuesen bebidas.

–Buenos días, dos baúles de tres compartimentos, por favor.

–Marchando. –dice el señor mientras se va a el almacén.

–Cada compartimento tiene una función, está el normal, que es el que tienen todos los baúles para guardar los libros y esas cosas, que se puede convertir en un escritorio, y luego está el compartimento armario, que es una habitación de medida real que está dentro del baúl, en la que puedes entrar y guardar toda la ropa, el equipo de quidditch y todo lo que quieras ––nos explica el profesor Dumbledore––. Y el último compartimento es el mejor: es una habitación que adopta la forma que tu quieras, como la sala de los menesteres en Hogwarts. Si quieres una xuxelandia, te aparece una. La gente que compra esto, normalmente lo usa para divertirse por las noch... no debería contaros esto. El caso es que, se convierte en lo que quieras. Yo mismo tengo uno.

–¿Y puede ser una chocolatelandia? –pregunto yo.

–Sí, eso también.

–¡Toma esa!

–¿Y puede ser una piscina?

–Creo que no, pero puede ser un jacuzzi enorme. Caben como 20 personas y va bien para las fiestas. Yo una vez monté una para todos los profes del colegio y nos lo pasamos bomba.

Pongo cara de asco al imaginarme al profesor Dumbledore en bañador y Mark se ríe.

–De acuerdo, aquí están –dice el vendedor mientras empuja los baúles con dificultad–. Dos baúles nuevecitos. Serán 35 galeones cada uno.

Le damos el dinero mientras el profesor mete todas las cosas en los baúles, harto de cargar con ellas.

–Vuelvan pronto.

El profesor Dumbledore saca su varita y empequeñece los baúles, dejándolos del tamaño de un llavero.

–Bueno aquí tenéis –dice dándonos los baúles–. Ahora a Ollivanders.

¿Ollivanders? Suena a marca de chocolate.

–¡Vamos!

magical shitDonde viven las historias. Descúbrelo ahora