9. Orgullo

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- Tana, ¿puedes abrir? He llamado cinco veces al telefonillo - Adrián se mostraba desesperado. Llevaba diez minutos pulsando incesantemente el botón del piso de su hermana. Siempre fue muy quisquilloso con el tema de la puntualidad y los tiempos.

- ¿Por qué has venido tan temprano? Dios, son las nueve de la mañana. - La voz mañanera de Aitana se podía oír desde el mismísimo Palacio Real, o eso pensaba el mayor.

- Yo también te quiero. - contestó irónicamente - Anda, que es importante - Ante las peticiones de su hermano prosiguió a abrirle. Minutos después se encontraban sentados en el salón, uno frente a otro, como cuando eran pequeños y discutían por cualquier cosa. Adrián movía los dedos de las manos, una clara señal de su nerviosismo. A pesar de ello, empezó a hablar.

- Bueno, supongo que te preguntarás por qué he venido a visitarte un sábado tan temprano - Se rió brevemente, contagiando a su hermana. - Quería contarte algo fundamental en mi vida. Nunca nadie de la familia lo ha sabido. Ni siquiera papá y mamá.

- Adri me estás asustando. - La menor se preparaba para lo peor. Sin embargo, su hermano le cogió la mano. Seguidamente comenzó a acariciarla.

- Tranquila, no es nada malo. O eso espero. Pero necesito que me conozcas al cien por cien, no quiero que mi vida sea un engaño para las personas a las que quiero. Créeme, lo que te voy a decir me ha costado asimilarlo toda la vida.

- ¿De qué estás hablando? - La chica se iba asustando por momentos. Adrián decidió aclarar sus dudas.

- Soy gay Tana - El chico bajó la cabeza, a la espera de una reacción. No sabía si iba a ser buena o mala, pero se sentía liberado. Por fin, después de tantos años luchando contra los asquerosos estereotipos de la sociedad, decidió dar el paso.

Aitana por su parte lo iba asimilando. Era cierto que Adrián sólo salió con una chica en su etapa de adolescente. Apenas duraron unos meses, pero nunca pensó que su orientación sexual fuese aquella. Una semilla de felicidad se sembró en su interior. La felicidad de su hermano era la suya, por lo que no dudó en levantarse y abrazarlo como hacía tiempo no lo hacía. A su oreja llegaban los suspiros de alivio que soltaba este. ¿Quién diría que su hermano, el defensor y guardián de sus temores iba a pasar al bando de los poco comprendidos? "Puta sociedad de mierda" pensó.

- Mi apoyo lo vas a tener siempre. Da igual si eres homosexual, heterosexual, trangénero, bisexual o de cualquier otra orientación. Eres mi hermano y te quiero feliz de la manera que sea. - Los ojos de ambos se aguaron. No sabían quién de los dos estaba más feliz en ese instante, pero no lo olvidarían nunca. Adrián había sido "valiente" y consiguió expresar algo que llevaba tanto tiempo callando.

- Vale, somos unos dramáticos. Dime, ¿qué tal con tus nuevos amigos?

- Muy bien, me tratan como a una más. Les he cogido cariño la verdad. - Era cierto. En unos pocos días la habían acogido en su grupo. No se podía quejar.

- ¿Y ese tal Cepeda que te llevó a casa ayer por la noche? - Dijo elevando ambas cejas. Cómo odiaba que su hermano la conociera tan bien. - ¿Es guapo?

- Adrián para. Sólo nos conocemos de coincidir en las comidas. No hemos hablado mucho.

- Lo podrías invitar a comer un día de estos. Quiero conocer al misterioso chófer de mi hermana. - Se levantó riendo a la vez que Aitana le daba un golpe flojo en el hombro. - Si no lo invitas tú lo haré yo guapa... - Se marchó a carcajadas despertando a Paula, que había estado ajena a la conversación. La rubia se frotaba los ojos mientras avanzaba hasta la cocina para desayunar.

- Buenos días, ¿quién era? - Miró a su alrededor, comtemplando el lugar donde minutos antes se llevaba a cabo una importante conversación.

- Era mi hermano. Vino a contarme algo importante. - Su compañera soltó un ligero "mmm" que dejaba entrever un atisbo de curiosidad. Estaba segura de que Paula habría oído las carcajadas de Adrián, por lo que algo malo no debía de parecerle. Desayunaron juntas como hacían todos los días desde que la del flequillo se mudara. Media hora más tarde se encontraban en Acordes, aunque no hubiese mucha gente, ya que era temprano.

- Hola chicas - Una voz rugosa nos hizo girar rápidamente. - Vengo a ensayar para el sábado. - Un Luis despeinado y con una sonrisa tímida se dirigía a una zona alejada para practicar. Tenía ganas de ver lo que iba a cantar.

- Hola Luis. Enseguida empezamos, puedes ir preparándote. - Aitana miraba de reojo cómo el gallego se peleaba con la cremallera del forro de su guitarra. Al ver que Paula estaba distraída hablando con Amaia sobre su solo al piano, se acercó a ayudarlo.

- Parece que te lleva la contraria. - Comentó en tono burlón al verlo tan desesperado con el estuche de su instrumento. - Deja que te ayude. - Acostumbrada a lidiar con los estuches del instituto, en un abrir y cerrar de ojos pudo arreglar el problema.

- Gracias Aitana. - El chico estaba visiblemente avergonzado. Y no entendía por qué le daba vergüenza sólo ante ella, pues sus amigos le habían salvado de sus torpezas miles de veces.

- Supongo que te la debía. - Rieron. La situación era extraña a la par que graciosa. Como si las edades estuviesen invertidas. - Y también te debo una cena, ya te dije que mi hermano insiste en conocerte. - Luis asintió, recordando su última conversación. - ¿Te viene bien el viernes a las nueve?

Luis no podía creer que alguien fuera de su grupo de amigos le estuviera invitando a cenar. No era una cita, pero ya suponía un gran avance en su faceta social de los últimos años. "María querría que fueras y lo pasaras bien. " pensó.

- Sí, estupendo. Gracias otra vez Aitana.

- Llámame Aiti, que Aitana me gusta menos. - El chico rió ante el acercamiento de la catalana. Ella por su parte pensó que había sido muy directa. Tal vez debería ir más despacio, no quería coger tanta confianza. Pero algo en ese chico la hacía sentir diferente, como si lo conociera de toda la vida. - Te dejo ensayar. - Dio media vuelta y se fue.
¿En qué momento adquirió la suficiente entereza para hablar con tal confianza a Luis Cepeda, el chico tímido y apariencia robusta del grupo? Pensó detenidamente en lo orgullosos que estarían sus padres de ella. Un empujón en su hombro la hizo mirar hacia atrás para encontrarse a una sonrojada Amaia.

- Bua soy una torpe. Disculpa Aitana. - Aitana rió quitándole importancia. - ¿Vas a cantar el sábado? El primer día lo hiciste genial. - Una vez más se derritió ante la inocencia de la pamplonesa. Pero no podía negar su ilusión por actuar ante un público mayor que sus familiares. A menudo, durante las cenas de Navidad, era costumbre en su familia que su hermano y ella les deleitasen con una canción. En su caso, Aitana era la cantante mientras que Adrián la acompañaba en algunas partes tocando el piano. En esos instantes se olvidaba de todo lo malo, como si sólo ellos existiesen en Sant Climent.

- Me encantaría Amaia.








Holaaa con motivo de la celebración del Orgullo he decidido meter algo en la novela que lo simbolice. Hace unos días circulaba por las redes un vídeo en el cual un hombre agredía verbalmente a otro por vestir como le diese la gana. Esta escena tuvo lugar en un McDonald's, y había un agente de seguridad en medio de los dos, sin hacer absolutamente nada. ¿De veras, en pleno siglo XXI sigue habiendo personas que no respetan la vida de lxs demás? ¿Tanto cuesta? Ser gay, lesbiana, transexual, etc no es una enfermedad, es una forma más de querer y ser unx mismx. Si no lo entienden, que vuelvan a su cueva. Nada, necesitaba desahogarme ante este tipo de situaciones que desgraciadamente siguen ocurriendo hoy en día.

Pd: Cameron Boyce, allá donde estés, sigue brillando como la estrella que eres y siempre has sido ( y como Luck te pido que molestes a Emma o Ravi, esos momentos me encantaban en Jessie ). Gracias por acompañarme en mi infancia.

Por ultimo gracias a todxs vosotrxs por leer y votar esta novela.

Leer es poder 🦋

















InestableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora