Me desperté tumbada en mi cama, Raúl estaba tumbado a mi lado, mirándome preocupado y pasándome la mano por el pelo.
- ¿Estas bien?
- Sí… - dije incorporándome un poco y poniéndome una mano en la cabeza.
Raúl me puso las manos sobre los hombros e hizo que me tumbara de nuevo, diciéndome:
- Quedate tumbada, puede que vuelvas a marearte… Has respirado mucho humo… - dijo preocupado acariciándome la cara con la mano de manera muy suave.
- Estoy bien, no te preocupes… - dije poniendo mi mano sobre la suya. – No a sido solo el humo, soy asmática y…
- Ahora sí que me va a matar… - dijo suspirando.
Lo miré confundida y triste, y apretando su mano lo miré a los ojos.
- ¿Quién?
- Tu padre.
- No, ya veras como no. – dije sonriendo intentando animarlo. - ¿Tú se lo vas a decir? Porque yo no.
- Bueno, eso lo descubriremos mañana… Ahora tenemos otro problema. – dijo serio.
- ¿Cuál? – pregunté temerosa y frunciendo el ceño.
- No tenemos cena. – dijo sonriendo.
- No pasa nada. – dije son una sonrisa, cambiando mi cara a una de culpabilidad, pregunté: - ¿Te gustan los cereales?
- Me encantan los cereales. – dijo sonriendo alegre.
Me incorporé en la cama hasta quedar sentada y le dije:
- ¿Seras capaz de calentar leche sin quemarla?
- Muy graciosa, ¿eh? – me fulminó con la mirada.
- Oye, que fuiste tú el que lo quemó todo. No es mi culpa que seas un desastre cocinando, ¿sabes? – me defendí yo riendo.
Raúl se levantó de la cama y salió de mi habitación enfadado, yo me le quedé mirando con la boca abierta, asombrada. Me levanté y fui al baño, me lavé la cara y salí al salón. Entré en la cocina, donde estaba él poniendo leche en un cazo y poniéndola en el fuego. No había ni rastro de lo que se había quemado anteriormente, todo estaba limpio. Vio que había puesto dos tazas, el café, el azúcar y la caja de los cereales en la barra. Lo miré asombrada y justo cuando iba a decirle si quería que le ayudara en algo, él me dijo:
- Sientate, enseguida te pongo la leche…
- ¿Estas enfadado? – pregunté acercándome a él por detrás.
Raúl se giró hacia mi y me cogió de la cintura, apretándome contra él, mirándome a los ojos intensamente. Intenté apartarme, pero él me apretó mas a él y me dijo sonriendo:
- No estoy enfadado, pero será mejor que no estemos juntos en la cocina… Podriamos salir quemados los dos.
Yo me sonrojé y miré hacia abajo, él se rió y me soltó despacio. Mirando hacia abajo, salí de la cocina y me senté un de los altos taburetes de los que había delante de la barra y lo observé servir la leche en las tazas. Raúl salió de la cocina y se sentó a mi lado.
- ¿Crees que mañana podré volver al trabajo? – pregunté mientras le daba un trago a la leche.
- No lo sé, aunque no creo que sea lo mejor…
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