Primer día de ensayos

189 34 29
                                    

— Esto simplemente apesta. — me quejo a pesar de utilizar una voz algo juguetona.

— Y que lo digas... — refunfuñó Chuuya con un tono de agotamiento mental aun si el día acababa de comenzar.

— ¿Tienes cobertura?

— Para nada, ni una sola raya.

— Pues estamos bien jodidos.

— ¿Qué vamos a hacer? — cada vez más nervioso — ¡Es el primer ensayo! ¡¡El primero!! — histérico — ¡¡¡Deberíamos haber llegado hace 5 minutos!!!

— Chuuya, no te exaltes tanto. Ya vendrán a rescatarnos. Simplemente nos hemos quedado atascados en el ascensor. — sumo a mi burlesca voz autoconfianza — Jamás he llegado puntual a un acontecimiento en mi vida y sigo teniendo un excelente historial como actor.

— ...

— ¿Qué ocurre? — Llevo mis dedos pulgar e índice a mi barbilla formando un ángulo recto. — ¿Acaso no confías en mí?

— ¿Realmente dudas de mi desconfianza? — pausa por un momento y continúa usando un tono de desdén. — Esas vendas están secando tu cerebro definitivamente, maldita momia.

— ¡Chuuuuya! — me quejo, sacándole un suspiro. — Encima que trato de ser positivo... Estás lleno de maldad, con razón eres tan bajito — Termino, enfatizando la última palabra ya no solo con la voz, sino también mediante gestos.

— ¡Tú! ¡BASTARDO! ¡¿QUÉ DIANTRES TIENE ESO QUE VER CON MI ALTURA?! — grita considerablemente enojado, acercándose hacia mí y subiendo su cabeza para fijar su mirada en la mía.

— ¿Es ese cerebro de perchero el que no te permite darte cuenta? Es obvio que si eres un enano como tú estás más cerca del infierno, y... ¿Qué representa el infierno?

— ¡LA HOSTIA QUE TE VOY A METER! — vocifera para agarrar mi camisa y empujarme contra la pared. El golpe hace resonar las paredes.

— Vamos, Chuuuuuya, no te enfades tanto... Aunque los hombres dejemos de crecer alrededor de los 21 y tengas 22 no debes preocuparte. ¡Lleva esos 160 centímetros con orgullo!

— ¡Maldito desperdicio de vendajes! — exclama alzando mi puño hacia mi pecho. Si bien era un canijo, Chuuya tenía fuerza. Un golpe en el pecho no dolía mucho, pero era preferible evitarlo, por lo que amortigüé el puñetazo con la palma de mi mano. — ¡¡Que seas 21 centímetros mayor que yo no significa que me lo tengas que restregar constantemente!!

— Es verdad, enano bastardo. — ante esas palabras cesó el agarre y se alejó. Parecía satisfecho. — No hace falta que te lo diga, después de todo, te insultas tú mismo.

Ahí fue cuando se dio cuenta de la realidad tras mis palabras. Si algo he de reconocer de Chuuya, es que era muy gracioso. Nada más ver cómo él mismo había reconocido lo bajito que era lanzó un suave mas enérgico quejido y comenzó a perseguirme. Como era de esperar, empecé a huir de él.

Corrimos durante un tiempo, provocando un gran alboroto. De repente, se oyó un extraño ruido y ambos paramos inmediatamente.

— Dazai... ¿Qué ha sido eso? — Chuuya siempre había sido un poco miedoso a pesar de no admitirlo. En estos momentos era cuando más vulnerable se encontraba.

— Mmmmn. No sé... Quizá es un fantasma que viene a perseguirnos. — Naturalmente Chuuya no creía en cosas paranormales, aunque, dada la situación en la que nos hallábamos cualquier palabra provocaría vago temor en su persona.

※ BSD TheatreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora