Maldita Gravedad

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RIIIIIIIIIING RIIIIIIIIIIIIIIIING, estúpido despertador... hoy  te gané. No dormí en toda la noche pensando en mi primera cita. Y con primera no quiero decir que es la primera en mi vida. Ya había pasado por esos encuentros absurdos antes de tener sexo, romances o una hora con silencios incómodos y risitas fingidas mientras miraba desesperada la salida para escapar.

Hoy es diferente ¡es la primera en diez años!  La primera con un cuerpo que sabe que es la gravedad. Una mente para mi desgracia más exigente  y unos ojos que se creen exquisitos y hacen un análisis detallado. Lo único que puedo pensar a las cinco de la mañana es que si no duermo una hora más, las bolsas de mis ojos van a espantar a mi cita de Tinder.  Y la noche de sexo loco y despreocupado solo será una creación de mi mente.

Tengo calor, esta cobija de plumas me tiene en llamas. No... son  las creaciones mentales que hacen que mi entrepierna tenga palpitaciones frecuentes. Y estos pensamientos que no me dejan, Debo usar la braga más sexi jamás inventada y un sostén que multiplique la talla de mis pechos talla 32. "maldita gravedad"...  Solo puedo pensar en sus manos quitando, acariciando; sus labios mordiendo, besando, mojando. ¡Basta! o no basta. ¿Quién me impide soñar? no estoy en la oficina. ¡Que todos se vallan al demonio!

Tendré sexo hoy.  Y sí, me hace falta y quiero sentir muchas veces... me escondo sonriente entre mis sabanas como una colegiala que lo hará por primera vez. Estoy cansada de hablar del liberalismo femenino,  del sometimiento masculino y de todas las cosas  que he disfrutado gracias a mi soltería. Maldita soltería que me tiene en un verano de diez años.

Al principio me sedujo tener  el control absoluto de mi vida. A mis treinta ganaba más que los hombres que me rodeaban. Y la mayoría de mis amigas estaban sujetas a un esposo y niños que anulaban todo el empoderamiento femenino.  Frustrando sus carreras y cambiando sus atuendos sexys; por prendas anchas de algodón.

Pero yo... tenía todo a mi disposición. Las mejores fiestas en los sitios más exclusivos de New York, los mejores restaurantes, entrada VIP a los lanzamientos y lo más importante... la libertad de mi vida.

Ser la directora Ejecutiva de la mejor empresa de publicidad con las cuentas más jugosas del mercado y tener al mando todas las decisiones. Eso era tener el éxito asegurado. Yo tenía el mundo a mis pies ¿Pero qué tenía? ya llevaba con esta pregunta hacía más de un mes cuando me obligaron aceptar como asistente a Penélope: una rubia de treinta, siempre mostrando sus perfectos y alineados dientes blancos. Ojos azules, cuerpo de modelo y una amabilidad exageradamente grotesca. 

Es verdad que no me había casado con un hombre de carne y hueso.  Pero si con una empresa a la que consideraba el marido prefecto, con hijos obedientes que no cuestionaban mis órdenes, además de las grandes recompensas económicas. Solo que este marido también me podía ser infiel y no me había dado cuenta.

Mi mente sigue llenándome de pensamientos estúpidos y ya son las cinco y media. El tapete del cuarto se ve más llamativo, me lanzo para poder conciliar el sueño media hora más pero mi despertador suena nuevamente y mis ojos observan mi hermoso techo... y de repente llega a mi la idea más aterradora y cruel. En unas horas estaré desnuda frente a un hombre exageradamente guapo. Hace veinte años no era un dilema. Pero ahora es diferente.

Mejor levantarme y hacer algo de ejercicio. Busco un programa de yoga por Youtube. Hoy necesitaré mucha elasticidad, más risitas infantiles.  Empecemos: saludo al sol. Parece algo fácil. De pie con los brazos hacia arriba y los pies juntos ¡Que fácil!  Bajar y toca el piso con las manos y la frente con las rodillas. No tan fácil, nada fácil, maldito yoga.

Mejor agua fría para tonificar mi cuerpo. Prendo la luz del baño y encuentro una vieja con bolsa en los ojos y una pijama térmica. ¿Desde cuándo soy la versión de mi madre? ¿Por qué compré esta pijama? Verdad,  los huesos me duelen por el frío  y la falta de sexo. Eso lo arreglaré hoy.

Mi primera cita a los 40 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora