Cerradura

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Kate

Estoy en el elevador del Mount Sinai. Bajo la mirada y veo el ramo de flores, los dos cafés y los pancakes con arándanos que preparé. Aunque una pequeña e irritante voz me dice que exageré, la otra, esa voz nueva y renovada la hace a un lado y se siente cómoda con demostrar lo que siente. Por otro lado, me siento aliviada al saber que el padre de Aaron ya está fuera de peligro y está en una habitación más cómoda.

La conversación con Adam fue la pieza que le faltaba a mi rompecabezas y por primera vez en diez años ser feliz sin culpas es posible. Ya no necesitaba sabotear mi felicidad y sentía todo el derecho no solo de amar, también de ser amada. El ascensor se abre y la introspección se acaba.

Camino por el pasillo de silencio sosegado que es arrebatado por el sonido de mis tacones. Observo el número de las puertas, a lo lejos escucho unas voces enardecidas y la voz de Aaron. Paro y mi pie intenta retroceder, pero la curiosidad me invita a seguir con pasos sigilosos mientras mi corazón se acelera.

─¡Creo que es el momento que vendas esa compañía!.

─Este no es el momento para hablar de esto.

─ No quiero que tengas una recaída ─se escuchó un bramido desde la habitación con una tos ronca.

─Eso lo debo decir yo... esa tos no es de ayer.

─Quiero morir tranquilo Aaron... ¡mírame! Traté de ser comprensivo contigo cuando iniciaste esa locura. Y debo admitir que has hecho algo muy bueno. Pero es momento que sueltes el pasado. Annie ya está muerta y eso no va a cambiar.

Un silencio repentino invadió la habitación y yo quedé al otro lado de la puerta tratando que mi respiración no alertara mi presencia mientras sostenía mi esmerado presente. "¿Qué recaída tuvo Aaron? ¿Qué tiene que ver su exnovia con la empresa? ¿No ha podido superar su muerte?" Las preguntas eran saetas que se clavaban en mi cabeza aturdida.

En ese instante me di cuenta de que el mundo de Aaron también tenía un pasado con muchas cerraduras y yo no tenía una sola llave para accionar esas respuestas y no sabía si estaba preparada para eso.

─¡Kate!─ Aaron había abierto la puerta súbitamente y no podía disimular lo sorprendido que estaba al verme. Su rostro estaba pálido y su mirada hundida...mis palabras parecían un montón de letras desordenadas que trataban salir al mismo tiempo. ─Hola... quería pasar antes de ir a la oficina.

Era obvio que había escuchado su conversación, lo tenía escrito en mi rostro.

─Tú eres la chica guapa que estaba ayer a mi lado ─interrumpió su padre con la voz ronca... y en la situación más incómoda, era el mejor escenario. Aaron se hizo a un lado mientras me observaba con mis manos llenas.

─Espero no ser inoportuna─ dije desde la puerta con una sonrisa algo forzada.

─No te quedes ahí parada, sigue por favor... No sabía que eras amiga de mi hijo.

─Bueno yo...

─Kate está llevando la publicidad de la compañía─ interrumpió Aaron antes que yo pudiera contestar.

─Si, en nombre de la compañía traigo estas flores esperando su pronta recuperación.

Evité mirar a Aaron y rápidamente dejé las flores en una mesa de noche que estaba junto a la camilla.

─No se hubieran molestado por un viejo... y veo que traes algo para mi hijo. Es una compañía muy eficiente.

─Ahh esto... ─levanté la bolsa ─Es para una amiga que trabaja en el hospital...Bueno... como dije antes, en nombre de Golden esperamos que se recupere lo más pronto posible. Tengo trabajo... Así que no los interrumpo más. Feliz día.

Antes que los dos hombres dijeran algo más, apresuré mi salida.

─Señorita Katheryn...─voltee antes de cruzar la puerta. ─Espero que nos volvamos a encontrar.

─Claro que sí, ─respondí con cortesía y apenas si logré ver la expresión de Aaron. Y es que en el fondo no sabía si estaba molesta, o simplemente llegué en el momento menos oportuno o me molestaba la estúpida reacción de un hombre de 42 años frente a su padre.

Abrí la puerta y Salí impulsada por mis pies que casi parecían ir en una maratón por el maldito pasillo que parecía infinito. Cuando escuché atrás la voz de Aaron que me llamaba lo bastante alto como para cubrir el pasillo.

Y aunque pareciera estúpidamente infantil mis pasos se aceleraban más, hasta que su mano firme sostuvo mi brazo. Volteé rápido y quedé frente a él con la peor versión de que esto simplemente no me importaba.

─Siento venir... así de repente ─antes de escuchar algo que podría molestarme más. ─Me alegra que tu padre esté bien... ahora debo ir a trabajar.

Aaron se quedó ahí mirando como mentía estúpidamente. Guardo silencio y fingió tan mal como yo que todo estaba bien. Y en una nube congestionada de sentimientos y frases atascadas guardamos silencio.

─Gracias por venir.

─No fue nada...─respondía al tiempo de ver mi patética bolsa.

─Espero que encuentres a tu amiga.

─¿Mi amiga?

─La del café.

─Ah sí... mi amiga.

─Adiós Aaron,

─Adiós Kate.

Voltee, y caminé con más lentitud esperando que Aaron me tomara del brazo, porque mientras caminaba al ascensor quería voltear y correr hacia él para decirle que todo estaba bien, pero ese orgullo absurdo que se cuela en el cuerpo y nubla la mente me alejaba más.


Próxima semana.....

Aaron

Veo a Katheryn irse por el pasillo con pasos acelerados, yo me quedo ahí inerte viendo como mando a la mierda lo que parece una buena historia. Espero a que tome el ascensor y observo hacia el cuarto de mi padre. Sé que lo he hecho sufrir en el pasado.

Pero ahora solo me importa Kate, no quiero hacerle daño, no quiero llevarla con mi pasado de mierda. Así que voy hacia el ascensor para alcanzarla y aclararle todo. Pero cada número es un maldito tiempo perdido. Corro hacia las escaleras casi llevándome a una enfermera que llevaba una camilla desocupada. 

Mi primera cita a los 40 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora