III.

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"Nadie dijo que sería fácil"

Después de una larga noche, Joaquín escogió a los judíos que ahora le trabajarían para él y la casa.
Se preparó con su mejor traje y salió faltando media hora después de que todos ya se encontraban laborando.

Como siempre todos al verlo guardaron silencio, casi haciéndole relevancia. Ruffel, el encargado de la zona sabía exactamente porque estaba ahí y mandó llamar a todos los hombres que revisaron sus expedientes.

-¡Escuchen! ¡Tengo en mis manos un listado con el apellido de varios de aquí!.— dijo y levantó el papel que sostenía en sus manos.— ¡si escuchan su nombre se paran justo atrás mío en línea recta y en posición de firmes!

Mientras los iban llamando muchos hombres que iban con su corazón en mano, sabían que los llamaban para morir.

-¡No pienso repetir dos veces!.— gritó aquel soldado de nuevo y todos se pusieron atentos al llamado.— ¡Castro, Domínguez, Escandón, Gallegos, Marcos, Sikisaka y Valdés! ¡Pasen al frente!

Emilio al escuchar su apellido quedó aturdido y a pasos torpes formó fila como todos. Estaba muy nervioso.

-La razón de este llamado es dado a que el nuevo líder necesita sirvientes en la casa.– al mencionar eso el militar varios de los que estaban ahí sonrieron con esperanza, nunca imaginaron que les llegarían con un aviso tan bueno en medio de tanta tormenta.———... y sus expedientes fueron revisaron para comprobar que ustedes no solamente vienen de familia adinerada sino que cumplen con las características que se piden; limpieza, modales, fuerza y autodeterminación para hacerlo. Se sabe que siguen siendo una bola de inútiles, pero ante el líder, ustedes fueron los más sobresalientes.

Al terminar dicho anuncio, Joaquín los miró a todos, analizando a detalle cada uno de ellos y por primera vez en la mañana habló por todos.

-Gracias Ruffel.— dió las gracias y tosió un poco para engrosar su voz.——... como lo dijo el soldado, necesito sirvientes que trabajen para mí en el hogar. Tendrán comida que sepa menos podrida, un lugar para dormir y sobre todo, lejos del campo.

Muchos murmullos se escucharon por detrás, parecía ser la mejor de las propuestas. Pero Joaquín siguió hablando.

-Lamentablemente si pudiera no me llevaría a ninguno pero como son órdenes del Comandante, he tomado la decisión que tanto Marcos Emilio y Valdez Diego hoy se van conmigo, los demás ya pueden retirarse.— dijo con simpleza y se dió la media vuelta para retirarse.

Sin embargo una voz lo hizo parar.

-Señor, qué hay si uno de nosotros no está interesado por el puesto.— Emilio mencionó alto para llamar su atención, y una vez que éste dió vuelta para mirarlo, tragó seco.

Y Diego con el sudor recorrerle la frente dijo algo entre dientes.— habla por ti hermano, ¿quieres que nos maten?

Joaquín se acercó quedando frente a frente con Emilio, éste último era unos cuantos centímetros más grande que él.

-¿Qué acabas de decir pedazo de malagradecido? ¿Es esto una puta joda?.– preguntó desafiándolo con la mirada.

-No señor, pero no estoy interesado en el puesto. Quisiera que alguien más lo tomara por mí.— dijo con voz firme y pudo notar varios murmullos atrás diciendo que lo iban a matar.

Mi Plebeyo - EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora