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Bisexual, mi sexualidad

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Bisexual, mi sexualidad.

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La primera vez sentí miedo fue cuando tenía seis años y descubrí que veía cosas que otras personas no. La primera vez que vencí al miedo fue cuando hablé de ello, aunque muchos no me creyeron. La segunda vez que sentí miedo fue cuando tenía doce años y descubrí que había algo mas que me hacía sentir diferente, pero por el contrario a la primera vez, el miedo no se esfumó porque no hablé de ello. El silencio se convirtió en mi mejor aliado y el closet, en mi refugio. Sin embargo, todo tiene un límite, todo caduca y todo termina saliendo a la luz, tarde o temprano. En mi caso, emergió en una charla de sobremesa de un domingo en familia. Ya no quise que el silencio fuese mi aliado y no quise seguir dentro del refugio; por segunda vez, vencí al miedo cuando expuse mi mayor secreto guardado.

Siempre fui consciente de que no era lo mismo salir del closet con tu familia que hacerlo con el mundo, por decirlo de alguna manera. Las personas son crueles con aquellos que son y se ven diferentes, aunque no me considero un ser de otro mundo por ser bisexual y como la vida no es color de rosa, tuve muchos altibajos. Hubo insultos, discriminación, rechazo y la lista es larga (no, no de parte de mi familia, en lo absoluto. Ellos me aman y aceptan tal cual soy).

Con el transcurso de los años, conocí a más personas como yo y otras que no, pero de alguna manera se unificaban y luchaban por una misma causa: el derecho a la diversidad. Pronto aquella comunidad se transformó en una segunda familia; entendí y comprendí que la familia no solo significa tener un lazo de sangre, la familia puede estar compuesta por personas completamente distintas y quizá, ese sea el valor mas grande que he aprendido en la vida. No me arrepiento un solo segundo de haber hablado, de haber expuesto mi secreto porque al hacerlo, conocí la libertad.

Hoy día —siendo una persona adulta— trato de dar ese empujoncito de valor a muchos que aún sienten miedo de salir de ese refugio solitario. No hay nada de malo en ser y sentirse diferente, no hay nada de malo con ser bisexual. Ser bisexual no es sinónimo de estar confundido, en lo absoluto. No elegimos de quienes nos enamoramos, solo sucede y ya, ¿hombre o mujer, realmente importa? Lo importante es amar a esa persona que logró que nuestro corazón brinque con brío, que ocasionó que las mariposas dentro del estómago revoloteen en un torbellino de emociones y sensaciones indescriptibles.

En mi caso, he amado a una mujer con tanta intensidad que no sabría cómo ni de qué manera explicarlo. Estuve más de un año con ella y no me arrepiento un solo instante de cada momento que pasé a su lado, pero en la vida, nada dura para siempre. La ruptura llegó y si bien —en su momento— dolió, hoy día conservo bonitos recuerdos y eso, no me lo quita nadie.

Posterior a dos años —de la separación—, conocí a un chico. Un noviazgo intenso y todo lo que conlleva a estar enamorados.

El punto, ser bisexual no es una confusión. No significa que me siento mitad homosexual y mitad hetero, no. Soy una persona que puede gustar de un hombre o mujer, soy una persona tan normal como cualquier otra, aunque muchos no lo vean así.

Mi pequeño consejo: no importa lo que los demás digan o piensen, lo importante es cómo te sientes tú y tú eres quien debería de importarte primero. Sé tú mismo y te puedo asegurar que verás la vida de otra manera.

Yo, estoy orgullosa de ser lo que soy. Soy bisexual, soy libre...

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