III

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Nuestros colores

Muchos nos tachan de raritos, anormales, enfermos, etc., pero la mayoría no sabe ni entiende el efecto contraproducente que pude causar llamarnos por esos apodos. Muchas personas no saben la realidad detrás de una lucha que reclama la igualdad, muchas personas no saben que detrás de cada grito por libertad, hay batallas individuales que se pelean en soledad... por miedo al rechazo, por miedo al qué dirán y muchas personas no saben que detrás de cada marcha, hay miles de razones por las cuales seguir luchando.

Muchas personas no saben que no es solo una marcha de exhibicionistas, muchas personas no saben que es una conmemoración en memoria por aquellos que lucharon por nuestros derechos; muchas personas no saben que muchos como nosotros han muerto por ser quienes eran, muchas personas no saben que hay muchos de nosotros que aún tienen miedo del mundo. Y muchas personas no saben que seguimos luchando cada día por nosotros.

Sin embargo, con cada año que pasa, la sociedad va aceptando poco a poco los leves cambios entre las personas que la conforman, que existe la diversidad, que existen las diferencias y que las diferencias no son malas, por el contrario, las diferencias están para distinguirnos como seres individualistas, como seres que desean vivir su propia vida sin perjudicar a nadie ni a uno mismo.

Somos quienes somos porque así lo queremos, porque así nos sentimos y nadie tiene porqué juzgar a nadie, mucho menos sin saber. Al llamarnos por apodos que hacen hincapié nuestras diferencias, a veces duele, pero no se dan cuentan y lamentablemente, aún existen muchas personas que no conocen el concepto del respeto mutuo.

Hoy —en la marcha— alcé la voz por aquellos que no lo pueden hacer, por aquellos que aún sienten miedo de ser quienes son, por aquellos que aún piensan que deben seguir ocultándose cuando, en realidad, no deberían hacerlo y, sin embargo, lo entiendo. Tiempo atrás estuve ahí, escondido de todo y de todos, tratando de entenderme a mi mismo hasta que dejó de importarme el qué dirán, el qué pensarán. Decidí expresarme libremente porque quiero un mundo mejor para todos nosotros y nosotros no somos distintos a otros seres humanos. Acompaño a la lucha por el respeto a la igualdad, por la libertad y por la diversidad.

Tenemos el honor de vestir con orgullo nuestros colores; tenemos el honor de que esos colores nos representen como comunidad unificada por una misma causa: la lucha por la diversidad. Tenemos el honor de tener nuestra propia bandera con esos mismos colores, aquella que fue creada por un gran artista, Gilbert Baker. Tenemos el honor de pertenecer a una comunidad en la cual unifique nuestra voz, la misma que alzamos reclamando los mismos derechos como ser humano, entonces, ¿está mal ser diferente y sentirse diferente? No, no lo está porque al final, todos somos seres humanos y todos tenemos el mismo derecho.

Quizá pasará mucho tiempo más hasta que la sociedad en general nos acepte tal cuales somos y entonces, el mundo será un lugar mejor. Seguiremos de pie, seguiremos luchando por aquellos que se sienten reprimidos, por aquellos que sienten miedo, por aquellos que no tienen voz, por aquellos que aún se esconden, por aquellos que aún tienen batallas internas consigo mismos. Seguiremos vistiendo con orgullo nuestros colores, seguiremos fieles a nuestras creencias unificadas y a nuestras creencias individuales, seguiremos forjando una comunidad con base a libertad y seguiremos marchando por aquellos que ya no están.

El amor es amor, el amor no discrimina, no conoce fronteras; el amor no es prisionero, el amor es libre y el amor siempre gana.

Y recuerden lo que nuestro artista Gilber Baker dijo:

«El arcoíris es tan perfecto porque en verdad encaja con nuestra diversidad en temas de raza, género, edad, todas esas cosas. Además, es una bandera natural: ¡viene del cielo!».

Y como pensamiento propio, decirles que el miedo no debe de ser un impedimento para mostrarnos como somos realmente porque ser diferente y sentirnos diferentes nos hace únicos. La vida es una sola, no debemos ocultarnos de nosotros mismos ni ocultarnos de los demás. Debemos vivir con base al respeto mutuo y si esto llega a tener el valor que realmente merece, nada nos detendrá. No dejemos que nos dividan, no dejemos de marchar, no dejemos de luchar, no dejemos de callar y no dejemos que esos apodos despectivos respecto a cómo somos, tengan un efecto contraproducente a nuestro verdadero yo. No dejemos que nos silencien, no dejemos que nos digan cómo debemos ser, no dejemos que nos impongan pensamientos que no son propios y no dejemos que nos digan que amar a quienes realmente queremos está mal. 

Antología de ArcoírisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora