[ 02 | vivo porque no muero ]

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—Se hace tarde —dijo Yeosang—. Deberías irte ya, Haneul.

—Te ayudaré a recoger todo esto y después me marcharé. Solo quedamos tú y yo; así acabaremos antes —le respondí.

—Está bien, pero yo te llevo a casa, ¿vale? No estaría bien que te fueses sola —añadió, agarrando un par de documentos.

—De acuerdo.

Le sonreí y él me devolvió el gesto amablemente.

Para nuestra mala suerte, a veces las prácticas se alargaba de más y salíamos bastante tarde del hospital. Lo peor de todo era que casi nadie se quedaba para colocarlo todo en su lugar y, esa noche, solo resistimos Yeosang y yo.

¿Debería agradecerlo? Al fin y al cabo, eso nos daba algo más de tiempo a solas y disfrutaba mucho de su compañía.

—No hay nada fuera de su sitio, ¿verdad? —preguntó desde el grifo, limpiándose las manos.

—Creo que no. Por fin hemos terminado —le comuniqué, realmente aliviada.

Al mirar mi reloj de muñeca comprobé que habían dado ya las diez y media de la noche. El estómago me rugía y no quería que Yeosang se diera cuenta porque seguramente se ofrecería a llevarme hasta cualquier sitio que estuviera a esas horas para saciar mi escandaloso apetito. Lo cierto era que tampoco quería darle esa impresión y que pensara que comía a todas horas, por lo que agarré nuestras chaquetas y lo esperé frente a la puerta de la sala.

No tenía tanto confianza con él todavía y, aunque me agradaba y esperaba que ese sentimiento correspondiera pronto a los suyos, no era capaz de mostrarle quién era, qué me gustaba y lo pesada que podía llegar a ser con respecto a algunos asuntos y aspectos de mi vida. Apenas nos conocíamos y mis inseguridades me limitaban bastante. Debía abrirme a él poco a poco, lo sabía, pero iría a paso tranquilo. No quería apresurarme con Yeosang.

—¿Vamos?

—Sí —afirmé, saliendo tras él.

—¿Tu primo está ya en casa? No me gustaría dejarte allí si te quedas sola —dijo mientras llegábamos a los ascensores de la tercera planta.

—No te preocupes —le repetí—. Mingi debe estar esperándome. No suele llegar muy tarde y hoy es miércoles. Seguro que no ha tenido mucho trabajo.

—Está bien —me respondió.

Dejó que entrase yo primero en el cubículo y esperó a que se cerraran por completo las puertas de metal para pulsar el número 0 en el panel.

El toque de queda era a medianoche, así que llegaría a tiempo a casa y Yeosang podría marcharse sin temor a saltarse las reglas de la comunidad.

Últimamente la ciudad había estado bastante tranquila, pero esa misma mañana habían dado la noticia de un niño al que encontraron sin vida a las afueras. Lo atacaron a plena luz del día y, por suerte para los que cometieron el asesinato, no se habían instalado cámaras en la zona. Nadie sabía qué había ocurrido exactamente, pero la incertidumbre y el temor se propagó como la pólvora. Tan pronto como se supo, todos empezaron a especular lo que significaba. ¿Estaban avisándonos de algo? ¿Esos demonios pretendían atacar a más personas de repente? Después de un par de meses sin ningún altercado, esto me ponía los pelos de punta.

La imagen del pequeño cuerpo no se iba de mi cabeza. ¿Por qué a un niño? Hacía mucho que las víctimas habían pasado a ser adultos, pero ahora todo parecía haberse invertido.

Le estuve dando vueltas al asunto durante todo el trayecto y fue Yeosang quien tuvo que avisarme de que ya habíamos llegado a mi calle. Todo estaba sumido en una oscuridad que no me gustaba en absoluto, pero las luces de las farolas alumbraban lo suficientemente como para llegar a la puerta de casa sin problemas.

devilish » san |+21|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora