[ 04 | paz ]

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Choi San

Con un último suspiro, degusté el verdadero placer. El único entretenimiento y disfrute que podía ofrecerme realmente ese maldito cuerpo de humano. Y, una escondida parte de mí, lo había echado de menos.

La chica se tumbó sobre la cama, jadeando. Yo la observé sin un objetivo claro debido a aquello que había ingerido un rato antes. No había ninguna sustancia que pudiera nublar mis sentidos por completo, pero debía reconocer que aquella había resultado más fuerte que ninguna otra de las que probé en mis antiguos viajes a la ciudad.

No me cabía duda de que la droga había triplicado la experiencia, siendo también la principal culpable de que toda esa adrenalina me estuviera desbordando la sangre.

Me detuve, todavía de rodillas, a mirar cómo ella se estiraba entre las sábanas, con su esbelto cuerpo, desnudo y perlado de sudor después de haber aguantado toda una sesión de sexo con un diablo. Sinceramente, pensé que no lo soportaría, pero pudo con toda mi furia y se regodeó en ella.

—Pensé que me partirías en dos —se carcajeó, girándose hacia mi—. Se nota que tu novia no te da lo que quieres ...

Esbocé una sarcástica sonrisa a pesar de que no podía verla por la pesada oscuridad que desbordaba el cuarto.

—No tengo novia. No necesito algo como eso.

—¿Entonces en quién estabas pensando mientras me follabas? —preguntó, pillándome desprevenido—. Todos los tíos que aparecéis en fiestas como esta lo hacéis. Buscas a la que tiene el vestido más corto y te la tiras por despecho.

Sabía el nombre de la persona que había mantenido mi mente despierta durante aquellos minutos. Lo sabía, pero no lo dije.

Me bajé de la cama, consciente de que las palabras de esa chica eran ciertas.

Al poner los pies en el suelo de madera, me desequilibré y un fuerte dolor atacó mis sienes. Pasé la mano por los ojos, intentando orientarme correctamente, pero el polvo multicolor que había tomado estaba surtiendo efecto y no parecía tener la intención de remitir.

—Podrías responderme al menos —habló de nuevo.

—También podría matarte, así que cierra la boca —gruñí, agarrando mi camiseta.

Soltó una risa y volvió a tumbarse en el colchón, desistiendo en el empeño de entablar una conversación conmigo.

—Siempre me tocan los sádicos ... —farfulló, irónica.

A duras penas, me coloqué los pantalones.

Debía encontrar cuanto antes a Wooyoung para irnos de allí. Mi endeble cuerpo mortal no estaba soportando las drogas y sabía que el malestar me acompañaría por más tiempo del que podía llegar a imaginar.

Salí de la habitación y dejé a la desconocida olvidada. Había sido un buen polvo, pero no me gustaba que hablara tanto. Ya me dolía lo suficiente la cabeza como para tener que aguantar las gilipolleces de una tonta como ella.

El pasillo no estaba muy bien iluminado y mi visión nublada no ayudaba a recomponerme.

Capté las luces que venían del piso inferior e intenté avanzar hacia las escaleras, sin embargo, aquellas alucinaciones comenzaron a multiplicarse. Ya no era un simple mareo causado por la ingente cantidad de sustancia que había entrado en mi sangre, sino algo que realmente estaba afectando a mi capacidad de raciocinio.

Gemí por las punzadas que me atravesaban el cuello continuamente y me apoyé en la pared, observando cómo esa casa se transformaba en un lugar de múltiples colores y figuras amorfas. Todo giraba, se enroscaba como un tiovivo, y mi desconcierto crecía a pasos agigantados.

devilish » san |+21|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora