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Cuando viven la vida como si no fuera la suya, el tiempo se hace eterno

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Cuando viven la vida como si no fuera la suya, el tiempo se hace eterno. Las horas pasan como hojas cayendo al vacío, lento y sin fin.

La teoría de la relatividad se menciona un par de veces en la clase de física, y casi no presto atención, no porque no me guste, sino porque no estoy concentrada.

—Alice. —Escucho que murmuran. —Psssst.

Miro de reojo hacia atrás y la persona que me habla es Keegan, el capitán del equipo de rugby, famoso por sus apuestas y por sus triunfos.

Lo ignoro, porque sé lo que quiere.

—Hey, te estoy hablando.

—Estoy ocupada. —Respondo hastiada. Apuestas, eso es lo que viene con él, cada vez que le habla a una chica, o eso dicen.

—Aliceeeee. —Insiste un poco más fuerte.

—¿Algo que compartir con la clase, señor Kastleraigh?

Sonrío.

—No, claro que no. Pero necesito la ayuda de mi compañera, pero me está ignorando, así que si le puede decir que me ayude, se lo agradecería. —Aprieto mis dientes irritada por su comentario. El profesor suspira y me lanza una mirada de ayuda, pidiendo no muy discretamente que le ayude al idiota que me habla para que él pueda continuar con su clase, a lo que asiento con mi cabeza un tanto resignada.

Me doy vuelta y le pido en voz baja que se acerque al asiento a mi lado.

Keegan se desliza silenciosamente hacia el asiento junto al mío, con una sonrisa traviesa jugando en sus labios.

—¿Qué necesitas? —pregunto, tratando de mantener la compostura mientras el profesor continúa su lección al frente.

—Nada demasiado complicado. Solo necesito tu ayuda con un problema de matemáticas. ¿Te importaría echarle un vistazo más tarde? —susurra Keegan, con un brillo de expectativa en sus ojos.

—Claro, no hay problema. Pero después de clase. —Respondo, tratando de no revelar mi molestia ante su interrupción.

El resto de la clase transcurre sin mayores incidentes, y finalmente suena la campana que indica el final de la lección. Guardo mis cosas con rapidez y me levanto para salir de la sala de clases.

—¿Vas a venir? —pregunta Keegan, siguiéndome con la mirada mientras empaco sus propios libros.

—Sí, estaré allí en un momento. —Le respondo con un gesto de asentimiento antes de dirigirme hacia la puerta.

Una vez fuera del salón, me detengo por un momento para recoger mis pensamientos. No puedo evitar sentir curiosidad por qué problema de matemáticas podría necesitar ayuda Keegan, pero también me pregunto si esta es otra de sus tácticas para intentar coquetear conmigo.

Decido abordar el asunto con precaución y me dirijo hacia donde Keegan está esperando.

Continuamos nuestra conversación en el pasillo, rodeados por el bullicio de otros estudiantes que se apresuran a salir de las aulas.

—Entonces, ¿cuál es el problema de matemáticas que necesitas resolver? —pregunto, tratando de sonar lo más neutral posible.

Keegan me mira con una sonrisa pícara antes de responder.

—En realidad, no es un problema de matemáticas. Solo necesitaba una excusa para hablar contigo. —Admite, con una sinceridad que me sorprende.

Me quedo sin palabras por un momento, sorprendida por su franqueza. No esperaba que fuera tan directo.

—Oh, entiendo. —Digo, tratando de disimular mi sorpresa. —¿Y por qué querías hablar conmigo?

Keegan se encoge de hombros, manteniendo su sonrisa.

—Bueno, he notado que últimamente has estado un poco distante. Quería asegurarme de que todo estuviera bien. Además, me gustaría invitarte a salir este fin de semana. ¿Qué dices? —Propone, mirándome con una mezcla de nerviosismo y esperanza en sus ojos.

Me siento halagada por su interés, pero también me siento incómoda por la forma en que ha abordado la situación. No puedo evitar preguntarme si realmente le importa cómo me siento o si solo está interesado en salir conmigo.

—Gracias por preocuparte, Keegan. Estoy bien, solo he tenido algunas cosas en la mente últimamente. Y respecto a tu invitación, no puede aceptarla—Respondo con sinceridad, tratando de ser lo más amable posible.

Keegan asiente con comprensión, aunque su expresión refleja un poco de decepción.

—Por supuesto, no hay problema.—Dice, antes de añadir con una sonrisa. — ¿Pero podrías pensártelo si? Iré a tu casa luego, así que ahí me puedes decir de nuevo tu respuesta.

—Eh, ¿porque vas a ir?

—Faltaste unos días la semana pasada, solo voy a llevarte mis anotaciones. Nos vemos.

Y así sin más se fue.

¡Bienvenidos al Himalaya!

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¡Bienvenidos al Himalaya!

¡Estamos de vuelta!

Dejen su voto y comentariooo.

Nos leemos en el próximo capítulo.

Besos y amor oscuro para ustedes.

My Home is Hell. © [#1 HELL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora