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Para el Emperador Frederick, John siempre había sido un principe muy tierno y amable, y sobre todos sus mencionables atributos, muy hermoso

La primera vez que lo conoció, el muchachito tenía quince años, comprometido con una chiquilla de once, de la realeza, llamada Verónica

Desde un primer momento, parecía que el pequeño principe era aún más bello que su princesa, incluso se atrevería a decir que cuidaba aún más su apariencia

Bien vestido con las telas más caras de la época, pantalón entallado y chaqueta también, con un fino y modesto pañuelo que yacía envuelto en su cuello, adornando este, como también parte de su pecho

De estatura un poco más pequeña de lo usual, con el cabello modestamente peinado, de buena postura y por su puesto, de el brazo de su prometida, quien a su lado, parecía más ser una pobre muchacha de las aceras

Su padre lo había traído a una reunión de la nobleza para que aprendiera un poco, pues al ser su hijo mayor, el peso de el apellido de la familia recaería en sus hombros, y más le valía hacer bien su trabajo

Tenía que admitir que durante toda la reunión, prestó más atención a los gestos de el pequeño que a las propias pláticas políticas de todos los que se encontraban ahí, y puede decir sin dudar un Segundo, que ese chiquillo había cautivado su corazón

Para su mala surte, estaba casado, con una emperatriz de cabeza hueca que lo más que sabía hacer bien, era respirar, porque la mujer en todo lo que tenía de ser su esposa, le había demostrado ser una analfabeta, que a penas conocía bien su propia lengua

Mientras que el pequeño había demostrado ser todo lo opuesto, dominando a la perfección el húngaro, el latín y el alemán, siendo amable y correcto con cada palabra que salía de su boca y deslumbrando a toda la corte real con su ingenio

Para sus más grandes lamentos, durante seis largos años, no lo volvió a ver en ninguna otra reunión de la nobleza, ya que su padre había decido mandarlo a un internado en Polonia, para que fuera aún mejor rey, y aquella gentileza que tenía con sus lacayos, desapareciera

Fue así, que en el aniversario de su corona como emperador, John volvió a aparecerse en su mirar, bien vestido como siempre, con modales impecables, una sonrisa reluciente y obviamente, de el brazo de su desgraciadamente esposa, siendo opacada por el hombre

Porque sí, ese chiquillo de había vuelto un hombre, hecho y derecho, pero para nada le había quitado su belleza El Paso de los años, a decir verdad, se había conservado bastante bien, para tener ahora cumplidos los veintiuno, parecía ser alguien de dieciséis

Cruzó unas cuantas palabras con el, deleitándose con su bellísima voz, no tan grave, no tan aguada, y con sus temas de conversación cultos

Sin duda era un muchacho ejemplar y por su puesto, muy rico

Si lo lograba convencer, tendría una pequeña escapada de el aburrimiento constante que era su esposa

Sabía de ante mano que iba a ser difícil

John era alguien muy correcto, a su punto de vista

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