04 | BRINGER OF STORMS

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Visenya apretó la mandíbula cuando el jinete que guiaba su caminar azotó su espalda con un enorme látigo de cuero. Los esclavos de Yunkai habían abandonado sus labores para observar con tristeza como la mujer que había intentado liberarlos era exhibida en las calles como una esclava común.

Las manos de la joven Targaryen habían sido atadas con una cuerda, al igual que sus pies para impedirle correr con libertad.

Como había imaginado, los Sabios Maestros le habían encomendado a Daario Naharis la captura de la infame Rompedora de Cadenas. El torturador que la obligaba a caminar en medio de un mar de esclavos guiaba sus pasos hacia la Pirámide de Qaggaz, donde los Amos esperaban juzgarla por los crímenes que había perpetrado en contra de Astapor.

Después recibir una serie de azotes, Visenya fulminó con la mirada al jinete. Cuando sus pies tocaron las escaleras que conducían a la pirámide, la Reina subió por ellas con lentitud.

Cuando entró al Salón de Audiencias, Daario desmontó su caballo y entregó el extremo contrario de la cuerda que ataba sus manos a un esclavista particularmente horrendo. Después de ser arrojada sobre sus rodillas, Visenya reparó en los depósitos de aceite combustible que mantenían encendidas las antorchas que yacían a cada lado de su cuerpo maltratado.

—Preside este juicio el noble Razdhal mo Eraz, de esa Antigua y Honorable Casa, Amo de Hombres y Orador de Salvajes.

Cuando un esclavo señaló al hombre que yacía sentado en un trono con la forma de una arpía, ella resopló en voz baja. Todos los Maestros de la Ciudad Amarilla habían decidido asistir al juicio para presenciar su humillación. De pronto, los esclavistas tomaron asiento en las tribunas del público para regodearse en su propia crapulencia.

Antiguo y glorioso es Yunkai. Nuestro Imperio era antiguo mucho antes de que los dragones existieran en Valyria—comenzó el noble repugnante. La cuerda que mantenía atadas las manos de Visenya fue entregada a un verdugo. A pesar de la situación, ella intuyó que aquellos hombres pensaban en volver pública su ejecución para arrebatarle toda esperanza a los esclavos de Yunkai—. Aún así, esta puta creyó ser capaz de penetrar nuestros muros y cortar nuestras gargantas con la ayuda de alimañas. Yunkai no es Astapor, tenemos aliados poderoso. Tomaremos el control de la Ciudad Roja cuando la Reina Mendiga muera.

Al oír aquellas palabras, la mujer negó con la cabeza, pues no había esperado aquella revelación. Muertos los Bondadosos Amos de Astapor, los nobles de Yunkai ansiaban la ciudad como las codiciosas arpías que eran. Una vez más, la maldad humana lograba horrorizarla aún más que los espectros de Valyria.

Todos ustedes son hombres pequeños y corruptos. No son dignos del aire que respiran—rió Visenya al ponerse de pie. Con una sonrisa en los labios, acarició el borde de una antorcha. Ella realmente esperaba que Daario hubiese huido de la Pirámide Qaggaz, pues era incapaz de continuar oyendo las palabras de aquellos idiotas.

—Propongo que la follemos antes de cortarle la cabeza—rió un Maestro. Los esclavistas rieron para secundar aquella moción—. Puede ser una puta asesina, pero tiene buenas tetas. Me gustaría cogerla por el culo.

Un dragón no se arrodilla—espetó Visenya hacia el hombre gordo que había propuesto como castigo para ella una violación masiva—. Todos ustedes morirán como las alimañas que son.

Visenya entonces arrojó las antorchas al piso, causando que el aceite cayera sobre los Maestros. Los esclavistas corrieron de inmediato para huir de las voraces llamas que se extendían como el fuego valyrio, pero les resultó imposible hacerlo. Daario Naharis había sellado las puertas desde el exterior como habían pactado antes de fingir su captura.

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