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Imagina que un día tu vida da un giro de 180 grados. Imagina que hacía tiempo venías oliéndote que algo así podía pasar pero seguías aferrada a los "esto no me puede estar pasando a mí" y te habías acomodado en la línea que separaba ambos abismos.
Imagina entonces que por fin tu realidad decide estallar y ponerlo todo patas arriba, incluida tú, que andas vagando entre acontecimientos, saltando de uno a otro sin ser consciente de que al fin y al cabo forman parte de ti, que se supone que eres tú quien debía controlarlos y no a la inversa.

Ahora imagina que entre todo ese caos pierdes algo. O a alguien. El imprescindible que creías tendrías para siempre, y ahora no está para alumbrar el camino entre tanto vaivén de emociones, ahora no hay abrazo de consuelo por su parte y si le hablas solo te responde tu propia voz, vacía porque ya no hay quien ayude a llenarla.

El tiempo pasa y sigues sin estar del todo centrada, aún se tambalean los cimientos de la vida que, a duras penas y sin ayuda de nadie has intentado recolocar, olvidándote lo más importante, tú misma. Has estado tan centrada en intentar unir las piezas de todo lo que te rodea, ayudándolas a encajar de nuevo a pesar de resistirse que has obviado tus propios rotos, los que dejan escapar la luz que un día guardaban tus ojos y que ahora brilla cada vez menos, más flojo, peor.

¿Recuerdas al imprescindible que se fue? que se fue, que perdiste, dilo como quieras. Pues imagina que en una de las noches que crees ahogarte sin posibilidad de salir a flote resurge como faro para salvarte una vez más, y te promete que aunque estará lejos de esa vida que ahora intentas construir, se pasará de vez en cuando a comprobar que la luz sigue en su sitio, que se escapa menos y que tú ya sonríes más.

Y entonces tus rotos menguan un poco y los ladrillos de tu nueva torre parecen encajar algo mejor. Y lo sientes, sientes cómo se llena el vacío que tenías en medio del pecho y entiendes el significado de ansiedad ahora que sabes que ha sido tu compañera todo este tiempo.

Pero lo malo de las promesas es que nadie está exento de romperlas, y a veces la persona que te salvó del naufragio es la misma que te hunde hasta el inframundo. Imagina que lo hace, que no cumple lo que dijo, que deja de pasarse a vigilar tu estabilidad y entonces deja espacio para que vuelva tu amiga, sí, la ansiedad.

Le buscas desesperadamente, le reclamas su sitio, o su no sitio, porque en el fondo tú siempre has tenido claro que si se perdió fue por algo y que se niega a recuperar su lugar principal. Pero es que te había prometido una vez de vez en cuando. Y ni siquiera eso.

Y entonces imagina que caes en la cuenta de que había más gente a tu lado antes de que todo se desmoronase, gente que invitas a formar parte de tu nueva creación porque siempre deben formar parte de ti, así fue y así lo sientes.

Pero empiezan a perderse entre palabras de menos y excusas de más. Imagina que siempre que pides ayuda a gritos aunque sea en voz baja te la negasen de la peor forma posible: no diciendo nada. Imagina que vuelves una y otra vez al principio de todo, intentando sacar a flote todo eso y vigilando a la vez que el resto no desfallezca de nuevo, pero es que no lo consigues, porque no se puede obligar a alguien a permanecer a tu lado si esa persona no quiere. Y quizá ese siempre fue tu problema, no saber ver que hay quienes siempre, quienes nunca y otros que han jugado a hacerte creer lo primero cuando acabarán siendo de los segundos. O quizá siempre pertenecieron al último grupo y tú los clasificaste mal.

Y te quejas por las mentiras, por haber estado para ellos y ver que la reciprocidad brilla por su ausencia. Imagina  entonces que dicen que todo es fruto de tu cabeza, que nada ha cambiado.

Y ahí es cuando lo sabes. Nada ha cambiado. Solo eran ellos todo este tiempo y tú idealizando personalidades. Y te planteas que imprescindible quiere dejar de serlo porque ya no le importa más tu vida, ni la antigua, ni la nueva, ni los rotos, ni la posibilidad de que vuelvas a ahogarte y esta vez sea la definitiva.

Imagina entonces que tienes que sostenerlo todo sola.

Gritar desde dentroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora