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¿Alguien se ha preguntado qué sentirían los domingos sabiéndose los más odiados en caso de poder sentir algo?
Es increíble cómo un domingo puede seguir siéndolo incluso en vacaciones, incluso sabiendo que no hay alarmas al día siguiente, incluso habiendo la mayor de las fiestas. Es domingo, y por tanto apetece quejarse, apetece peli y mantita, apetece tumbarse en el sofá y dejar que los cojines te atrapen hasta no poder moverte más.

Es día de querer chuches y que aparezcan en tu puerta con ellas, de los "cojo cena y voy a tu casa", de "¿te hace un paseo esta noche?" y también de mirar la pantalla del móvil esperando todos esos mensajes sabiendo que no van a llegar. Pero qué más da, si siendo domingo no hay más que puedas hacer.

Que queme el sofá jode, que el vacío del estómago no se llene con comida duele, que la casa se haga enorme aunque las paredes parezcan cerrarse atrapa.

Porque es domingo, y siempre será día de rodar los ojos y creer que nuestras vidas son las peores, pero quizá lo son un poquito más si no tienes con quién quejarte de ellas.

Gritar desde dentroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora