Día 1. Moderno

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Descubrimiento

La arqueóloga de renombre, Hange Zoë, caminaba tranquilamente por los pasillos del Colegio St. John, perteneciente a la Universidad de Oxford en Inglaterra. Estaba muy emocionada, pues al fin habían dado luz verde a su proyecto de excavación en la isla de Madagascar. Y aunque no habían conseguido suficiente patrocinio, solo un mecenas importante de la región había accedido a otorgar lo necesario para la investigación.

Las manos le temblaban por el éxtasis de por fin ver que su sueño estaba por volverse una realidad, el único inconveniente era que no le brindaron un equipo con suficientes miembros para tan titánica tarea.

La Universidad le otorgó el apoyo de un brillante joven en el área arqueológica. Armin Arlert, un joven de veinte años graduado con honores y que además de sus conocimientos en arqueología, también los tenía en filología. Para Hange eso era un regalo caído del cielo, estaba segura que ella y el joven harían un excelente trabajo y por fin podría gritar a los cuatro vientos que su teoría sobre aquella civilización con esos seres llamados "titanes", era algo real, que existieron y nadie pondría objeción a ello.

Una vez que los trámites para la excursión, viáticos y demás necesidades para antes, durante y después del viaje finalizaron, el día de partida llegó. Hange y su acompañante partieron hacia al mayor hallazgo y acontecimiento más importante para la carrera de ambos arqueólogos. Llegaron a la isla del continente africano, instalaron su equipo de acampar y de investigación en un espacio que les fue ambientado por el gobierno en un área de la reserva natural en Ankarafantsika.

Ambos se mostraron optimistas, si bien era una ardua tarea, estaban seguros que lograrían obtener pruebas palpables de que los titanes existieron. Armados con sus herramientas en busca de vestigios y un nativo que fungió como guía, se adentraron en las Grutas de la isla Anjohibe.

En lo recopilado durante investigaciones y testimonios anteriores, Hange llegó a la conclusión de que el relieve y textura de esas grutas eran distintos a otras áreas rocosas de la isla. También determinó que a pesar de ya estar bajo tierra, se podían vislumbrar rastros de que metros abajo se hallaba algo parecido a caminos subterráneos. El guía que los acompañó impidió que la arqueóloga descendiera más de lo permitido, alegando que conforme bajara, el flujo de oxígeno disminuía drásticamente.

Hange no desistió de su cometido y le comentó su teoría a Armin:
—Te lo aseguro, Armin, debemos seguir bajando, estoy segura que encontraremos algo valioso si vamos más abajo.

—Pero doctora, ya escuchó al guía, podemos sufrir desmayos, bajas de presión y desorientarnos si seguimos yendo hacia abajo. Además que amenazó que si bajábamos, avisaría a las autoridades y nos expulsarían enseguida, perdiendo los permisos para investigar.

—Armin, ahora que poco a poco se desvela lo que he estado buscando durante tanto tiempo, no voy a permitir que un guía que no sabe nuestra profesión nos diga que no debemos hacerlo.

Armin dudó y miró temeroso a su superior:
—¿Y si nos pasa algo?

—No te preocupes, no va a pasarnos nada, confía en mí.

—Creo que primero debemos organizarnos antes de bajar sin conocer el terreno.

Hange pensó un poco, el chico tenía razón. Primero tenían que deshacerse del guía para así poder bajar libremente grutas adentro.

Comenzaron a armar su plan en los días posteriores. Llevaban ya veinte días en la isla y los resultados que habían obtenido hasta el momento eran alentadores. Todo estaba perfectamente registrado en la bitácora de investigación. Armin se encargaba de resguardar ese precioso trabajo. Diseñaron un plan para que Hange bajara en lo que Armin distraía al nativo.

HangeAUWeek 2019 TumblrDonde viven las historias. Descúbrelo ahora