Capítulo 7: Armónico frenesí.

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La cena continuó, en una atmosfera que tenía cualquier cualidad menos la de ser amistosa

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La cena continuó, en una atmosfera que tenía cualquier cualidad menos la de ser amistosa. Yoshino arremetía constantemente contra Temari mientras esta le rebatía, ambas con la sapiencia que solo ellas manejaban cuando de falsedad se trataba. Durante esa contienda, Shikamaru y su padre se mantenían en silencio, frenando a sus mujeres cuando la situación se salía de control.

— ¿Siempre ocupas ese perfume? — averiguó la mayor mientras bebía de la taza de té que sostenía entre las manos.

— ¿Debería cambiarlo? — cuestionó Temari con sarcasmo ante la extraña pregunta.

— No, no es eso. Es muy reconocible. — declaró, sonriendo con autosuficiencia.

— No es el adjetivo que busco pero... gracias de todas formas. — contestó ella, mirando la extraña expresión de Yoshino.

— Cuando lo sentí el día del festival, enseguida me di cuenta de que ya lo había percibido en otra ocasión. — reveló la madre de Shikamaru, golpeando con las uñas la taza que sostenía, creando así un ruido que perturbaba la paciencia de cualquiera.

— Vaya, que buen olfato señora. Podría unirse a una de las patrullas de rastreo. — sugirió con ironía mientras bebía el último sorbo que le quedaba de té.

Shikamaru quien observaba atento la conversación no dudó en intervenir pues notó el tono utilizado por Temari y vio también el rostro de su madre ente la atrevida respuesta de ella.

— Temari ¿Mañana vas a trabajar? — señaló intentando ser lo suficientemente llamativo como para atraer la atención de todos los ocupantes de la mesa.

Temari se giró hasta el joven quien estaba sentado a su lado.

— No, mañana debo emprender camino a Sunagakure. Mi estadía aquí finaliza al alba. — le explicó, recibiendo una contrariada expresión de su amigo ante su respuesta.

— Entiendo. — pensó, desviando la mirada hacia un costado.

La rubia le observó, estudiando esa extraña respuesta pero rápidamente miró a Yoshino quien dejó salir una pequeña y molesta risita para atraer nuevamente su atención.

— Es una lástima. — exclamó con retintín la dueña de casa.

— Ya lo creo. — ladró la rubia, apretando los dientes con desagrado.

— ¿Cuándo volveremos a tener tu agradable presencia aquí en Konoha? — cuestionó el hombre, mientras encendía una de sus pipas sin pedir autorización a nadie.

—     ¿Cuándo volveremos a tener tu agradable presencia aquí en Konoha? — cuestionó el hombre, mientras encendía una de sus pipas sin pedir autorización a nadie

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