Capítulo 8: Lo que trajo la primavera (Final)

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 El truene del cielo fue menguado al igual que ese tono lánguido, poco a poco la aldea se abrió paso entre tímidos rayos de sol y así, el día comenzó con un nuevo clima

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 El truene del cielo fue menguado al igual que ese tono lánguido, poco a poco la aldea se abrió paso entre tímidos rayos de sol y así, el día comenzó con un nuevo clima. Las profundas lluvias que habían caído sobre el país del fuego habían sido intensas y de las peores de los últimos años. Pero a cada minuto que marcaba el reloj, la humedad noticia era historia.

En la oficina todos habían vuelto al trabajo, el personal cumplía su labor y Tsunade terminaba de aprobar las últimas peticiones de su camarada el Kazekague, documentos que serían enviados a las lejanas tierras al finalizar el día.

— ¡Shizune! — exclamó la mujer al mando, mientras su vista se mantenía fija en el reloj del gran salón.

— ¡Digame Hokague sama! — titubeó con nerviosismo adquiriendo una postura recta y firme.

Tsunade se demoró unos minutos, volvió la vista hacia sus documentos y preguntó.

— ¿Temari todavía no ha llegado? — inquirió con el característico tono arisco que la mujer rubia poseía.

— Eh... No señora, nadie la ha visto por los pasillos. — contestó trémula la pelinegra, con algo de incertidumbre por esa pregunta tan rara.

— Esa engreída. — rabió Tsunade mientras fruncía el ceño con molestia. — Ordénale a Shikamaru que la vaya a buscar, necesito que venga para darle los detalles de la documentación que enviaremos a Sunagakure. — ordenó sorbiendo de la taza de té que tenía sobre el escritorio.

— Tsunade sama... Esto... — titubeó con la voz aguda, jugando con sus dedos nerviosamente por sobre su vestido.

— ¿Umh? — bufó inquieta, alzando sus cejas y mirando a Shizune por el rabillo del ojo. — ¿Hay algún problema? ¿Por qué no te mueves aún? — exclamó perdiendo la paciencia, dando un golpe certero con su puño a la madera de su escritorio.

— Resulta que Shikamaru san tampoco se ha presentado. No está aquí. — contestó entre ligeros tartamudeos. Nerviosa con el temperamento fuerte tan propio de su jefa.

La Hokague, sobrepasada por las palabras dichas de su mano derecha, se puso de pie en un instante haciendo que la fuerza de su acción diera como resultado la caída de su silla, creando un estruendoso escándalo.

— ¡¿Estos mocosos piensan que pueden faltar al trabajo cuando lo desean?! — espetó con furia, haciendo que Shizune se asustara y temblara tanto por su vida, como por la de los dos adolescentes que habían enfurecido a la Hokage.

—     ¡¿Estos mocosos piensan que pueden faltar al trabajo cuando lo desean?! — espetó con furia, haciendo que Shizune se asustara y temblara tanto por su vida, como por la de los dos adolescentes que habían enfurecido a la Hokage

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