Capítulo 3: Floristería Yamanaka.

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El sol caía y desde la gran ventana de aquella casa los rayos penetraban con fuerza, dándole la vitamina D que necesitaba con urgencia su cuerpo. Había conseguido un lugar donde hospedarse y también adelantado bastante trabajo, pues había decidido concentrar su energía en eso y desechar todos los pensamientos que le atormentaban la paz mental. Todo su esfuerzo había rendido frutos, ahora tenía la tarde libre para prepararse y asistir por obligación a tan famoso festival del que Ino fanfarroneaba a destajo.

Temari tomó una ducha, secó su cabello y preparó uno de sus vestidos más elegantes. El conjunto se conformaba por un matiz negro, su banda colgaba de la cintura y el color carmín brillaba en sus labios. La chica no recordaba cuando había sido la última vez que se había tomado tanto tiempo para maquillarse, pero estaba realmente contenta con el resultado.

Aseguró la puerta y bajó la escalera que daba a su provisorio hogar. Al voltear hasta el callejón que dirigía a la calle principal, observó una sombra que se mecía de lado a lado. Una silueta conocida.

- Diablos mujer... Cuánto te demoras. - bufó Shikamaru aún consumido por la oscuridad.

Él dio un paso hacia adelante, hasta dejarse ver por la luz la cual también le permitió mirar con atención a su adversa. Shikamaru vestía una camisa verde musgo con dos de los últimos botones cercanos al cuello desabrochados, unos pantalones de tela negros y calzaba unos zapatos del mismo color. Temari sonrió, no recordaba haberle visto tan guapo jamás.

- Te ves... Temible... Pero hermosa. - susurró apenas el ninja residente.

Shikamaru la miró de pies a cabeza, sin perderse ningún detalle de absolutamente todo de ella. Observó su cabello el cual se mantenía prisionero en esas coletas, miró sus ojos verdes que poseían esa mirada ruda, terca y asesina. Analizó el color de sus labios, los cuales le parecían tan apetitosos que las ganas de besarla le consumían.

Y cómo no, su figura envuelta en esas telas que joder, le brindaban una silueta perfecta. Al joven jamás le habían gustado las chicas delgadas y Temari contenía lo suficiente. Sus piernas eran gruesas y tonificadas, siempre había tenido un loco afán por ellas, aunque no con la intensidad que sentía justo ahora. La situación era extraña, más de lo normal, ya que sentía como si todas sus hormonas hubiesen despertado. Y recordar lo que había ocurrido durante esa mañana no ayudaba en nada.

La rubia sonrió con autosuficiencia, sintiendo un pequeño calor en su estómago.

- Tú no te quedas atrás. - comentó acercándose a él, sujetándole ambos hombros con las manos. - Pareces un caballero. - comentó. - lástima que te conozco y sé que no eres más que un haragán. - mencionó soltándolo y caminando hacia la calle.

Shikamaru hizo una mueca de protesta con su boca pero se resignó quedándose callado y dejándole tener la última palabra, siguió a la rubia.

La avenida principal de Konohagakure estaba repleta de aldeanos que paseaban y admiraban la belleza del festival. En los costados de las tiendas que se habían montado existían una diversa gama de colores y variedades de flores, luces de colores y un sinfín de olores exquisitos que se cocinaban al de los alimentos que se cocinaban. Ambos ninjas caminaron por el lugar deteniéndose en los puestos para admirar los productos que se vendían.

Temari estaba maravillada con la hermosa puesta en escena que había preparado aquel lugar e intentaba compararlo con su propio origen; En Sunagakure no había festivales, no se realizaban ceremonias ni días festivos, todo era monótono y tranquilo, el murmullo que se escuchaba en su aldea no era más que el del viento silbando en el árido desierto. Su realidad era absurdamente distinta a la de Konoha.

Shikamaru estaba cansado, su día había transcurrido junto a la hokague y los ancianos consejeros de la villa. Charlas extensas, discusiones sobre comercio, estrategias ninjas y tratados inconclusos, el trabajo había sido pesado pero se sentía recompensado con solo ver ese fulgor que iluminaba el rostro de su compañera. Temari sonreía con naturalidad, como una niña que veía por primera vez una flor.

Todo florece en primaveraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora