Siete

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—Muy bien —dijo Moon después de un rato—. Hemos desayunado y hecho lo que debemos para mantener este lugar lo más limpio posible. ¿Qué querías preguntarme?

Y la princesa no pudo aguantarse más: ¡estaba por estallar!

—¿Te quieres casar conmigo?

La mayor la miró con el ceño fruncido.

—¿Qué?

—Eres lo único que siempre he tenido. Quiero que sepas que también me tienes a mí. Que me tendrás para siempre, sin importar qué.

Era impresionante cómo con unas pocas palabras podían derretirte tanto el corazón.

—Rain...

—Quiero vivir contigo el resto de mi vida —Le tomó las manos y la miró a los ojos—. ¿También quieres que sea así? ¿Quieres pasar el resto de tus días conmigo?

Moon estaba llorando. De felicidad, emoción, impresión, incredulidad...

Era el mejor día de su vida.

—¿Y... de qué viviremos?

—De amor.

Tan joven, tan inocente, y a la vez, tan encantadora.

—Pero... somos dos mujeres, Rain. Nadie nos unirá en matrimonio.

—Ya pensé en eso y tengo un plan. Sin embargo, no has respondido mi pregunta en sí. ¿Quieres casarte conmigo? Si me dices que sí, te prometo que conseguiremos soluciones a todos los problemas que surjan en nuestro camino, y que trabajaré día tras día para ser una mejor persona, una mejor esposa, y una mejor compañera de vida para ti.

¿Cómo resistirte a lo que más querías en el mundo?

—Acepto —Sonreía como si se hubiera ganado el mundo entero, porque justo así era—. Acepto, Rain de Kuhr. Quiero casarme contigo.

El plan de Rain era sencillo: Moon tenía que hacerle una poción para que luciera como un hombre, y de esa forma conseguiría que alguien accediera a unirlas en matrimonio. Además, de igual forma necesitaría dicha poción en el futuro para poder vivir como alguien común; no podía andar por las ciudades luciendo como la princesa perdida del Reino de Kuhr, porque sería demasiado peligroso. Si quería ser libre, si quería explorar y tener aventuras, si quería descubrir el mundo, no podría hacerlo viéndose como lo hacía.

—No lo sé, Rain. Tengo tiempo sin preparar ninguna poción.

—Confío en ti. Sé que lo harás bien.

Y efectivamente fue así: la posión salió a la perfección, por lo que pudieron comenzar su vida juntas. Se casaron, recorrieron el mundo, vivieron muchísimas experiencias increíbles y hermosas... y sí, cómo no: sentían que realmente habían conseguido su final feliz.

Sin embargo, tras diez años de hermoso matrimonio, mientras ambas estaban recostadas bajo un árbol, tomando energías para su siguiente expedición, Moon, inundada por las dudas, se dirigió a su esposa:

—Cariño, hemos estado juntas por varios años ya, y hemos ido a muchos sitios, resuelto misterios, escalado montañas, preparado tantas pociones, luchado contra bestias y animales... y, sin embargo, no sé cuál ha sido tu aventura favorita.

Quería saber si para su esposa también se sentía como que había obtenido su Y Vivieron Felices Para Siempre.

—Mi aventura favorita es la más grande que he vivido, amada.

—Y... ¿cuál es esa?

—¿Qué no es obvio? Creí que lo era —Y se acercó a ella, pasando a besarla y jugar con su cabello. Sonrió contra su boca—. La aventura más grande que he tenido el placer de vivir, Moon, ha sido quererte. La más increíble y de la que no me he arrepentido ni un solo día.

Estaba casada con La Mujer Más Hermosa Del Mundo, y después de años de matrimonio se seguían amando como el primer día.

Por un dragón, ¡claro que sí!

Ese era su Felices Para Siempre.

FIN. 

La aventura más grande: Una historia lésbicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora