Igual que el enviado del pueblo, sería capaz de sacrificar todo por poder verte en mi pasillo de luz y morir con tu energía rodeándome. Aunque, igual que el rumor de ciudad más extendido, sea un tontería, no consigo encontrar una manera de contarte cómo me siento.
Puede que sea una necia para ti, pero no puedo impedir sentir que mi mente no hace más que ofuscarse cuando siento que he de buscar una manera en dejarte ir.
Eres una estrella fugaz a la que llegué a apreciar el tiempo que pude antes de que desapareciera. Como el necio que sigue una falsa ideología, perseguí tu estela en el intento sin éxito de poder ver un sólo aspecto tuyo.
Odio que el último recuerdo de tu rostro sea aquella mirada fruncida. Aquella que, aún sin expresarlo, me hacía sentir pequeña e insignificante. Aún cuando me dijiste que no era así, sentía que de mi corazón se filtraban gotas de lo que una vez era mi ánima.